Este documento foi divulgado, em espanhol, em julho de 2005.
En 1930 un obrero negro disputó a la Presidencia de la República. Su nombre: Minervino de Oliveira. No ha podido votar en sí mismo, pues se encontraba encarcelado. Tampoco pudo saber cuantos votos obtuve, por la fraude. Aquellas elecciones han sido el preludio de la Revolución de 30, y de quince años de dictadura de Vargas.
En el 1945, Yedo Fiúza, candidato de los comunistas a la presidencia de la República, recibió casi el 10% de los votos nacionales. Sin embargo, su muy bueno desempeño no impidió que en el año 1947 el Partido Comunista fuera colocado en la ilegalidad donde solo retornaría casi cuarenta años después, y con muchos asesinados.
Tales episodios ilustran un hecho acerca del PT: jamás en toda historia brasileña un partido de izquierda ha acumulado tanta fuerza social e institucional. Es como se nuestro Partido poseyera hoy una fuerza superior a aquella que los partidos Laborista y Comunista tuvieron en los inicios de los años 60.
Todo eso es motivo de orgullo a cada uno de los millones de trabajadores y trabajadoras que desde las décadas anteriores y a lo largo de los últimos 25 años hicieron las luchas sociales, políticas y culturales en nuestro país. Sin embargo, se hay motivos para celebrar también los hay para mucha preocupación.
El gobierno de Lula no es el primer intento, en el mundo, que hace la izquierda de reformar el capitalismo por la vía electoral. Y en los últimos años todos los intentos han fracasado.
Y más, es importante tener en cuenta que el capitalismo en Brasil jamás ha sido sometido, con éxito, a uno enfrentamiento socialdemócrata. En los momentos de crisis más aguda, las clases dominantes eligieron la vía de la conciliación de las elites, con los “acuerdos por arriba”, que posibilitaron que la “modernización” capitalista siguiera a costa de las masas populares.
Ha sido así en la historia. Luego da la independencia de Portugal se produjo la dependencia de Inglaterra, y más adelante, de los Estados Unidos. Se abolió el trabajo esclavo, pero los esclavos siguieron en la miseria, sin reforma agraria.
De esa manera, la instauración de la República ha sido marcada por la democracia restringida.
La dictadura militar solo podría terminarse por una transición “lenta, segura y gradual”, que parece extenderse todavía, haya vista el poder que antiguas personalidades de este periodo, tales como José Sarney y Antonio Carlos Magalhães siguen teniendo; y haya vista la resistencia a la apertura de los archivos militares.
A lo largo de nuestra historia, los sectores populares por general no anudaron fuerzas suficientes para consolidarse como una alternativa independiente, terminando por someterse a algún sector de las clases dominantes.
Eses patrones empezaron a cambiarse en los años 80, cuando se afirmó, en particular con el PT, un polo democrático, popular y socialista de masas, con fuerza social, política y electoral. También ha sido en el contexto excepcional de finales de los años 80, que casi logramos elegir a un presidente socialista.
En aquel entonces, nosotros creíamos que la conquista de la presidencia dejaría las fuerzas populares en una situación muy peculiar: ejercer el gobierno federal, sin con todo, tener la hegemonía ideológica en la sociedad, ni tampoco el dominio del Estado. En tales condiciones, pretendíamos implementar reformas de fondo, con el respaldo de la movilización social. Creíamos que la burguesía iba a hacer tentativas de cooptar, sabotear y, finalmente, derrocar el nuevo gobierno. Frente a eso, nosotros contábamos que los sectores populares hicieran la defensa de su gobierno y profundizara el proceso de cambios sociales hacia el socialismo.
Trece años después, el 2002, la victoria del PT se dio en un cuadro mucho más complejo. La crisis del socialismo, combinada con la ofensiva neoliberal en Brasil y el mundo, debilitó la izquierda social y política, reduciendo además, comparándose con el 89, la posibilidad de implementar reformas estructurales, aún capitalistas, solamente por medio de actos del gobierno federal.
El 2002, llegamos a la Presidencia en una coyuntura internacional adversa, con una correlación de fuerzas internas bastante difícil, lastrados por una coligación de centro izquierda. Los conservadores siguen hegemónicos en los gobiernos de provincias e alcaldías, en el parlamento y en judicial, además de mantener intactos su poder económico y el control de los grandes medios de comunicación. Por lo tanto, llegamos al gobierno no al poder, en un contexto por lo cual el neoliberalismo sufrió una derrota electoral, pero sigue hegemónico en el Brasil e el mundo.
Cambiar los rumbos del PT e del gobierno Lula
De 2002 hasta el momento, prevaleció en nuestro Partido la tesis según la cual, frente a una situación tan difícil, habría que operar una transición lenta, segura e, principalmente, gradual hacia otro modelo. Al mismo tempo, prevalecía también la tesis de la “gobernabilidad” basada mucho más en acuerdos con empresarios e con partidos de centro y de la derecha, más que en la movilización política y social de las capas populares.
Como resultado de tal opción política asistimos a una continua corrosión de nuestras bases de apoyo junto a los obreros, a las capas medias e incluso junto a los sectores del empresariado. Corrosión que cobra su precio en las pesquisas de opinión e en el desencanto de crecientes sectores de la militancia. Al mismo tiempo, hemos visto una ofensiva de la derecha que nos ha impuesto derrotas en las elecciones municipales de 2004, nos ha derrotado en la elección de la Presidencia de Cámara de los Diputados y que sigue derrotándonos en tantas otras situaciones.
Es necesario decir claramente: la continuidad del gobierno Lula está en juego. Y, aunque seamos victoriosos en las próximas elecciones, el según mandato puede ser inferior al primero. En cualquiera de los casos, está en juego el proyecto histórico del mismo PT.
La renovación de las direcciones partidarias (PED), marcada para el 18 de septiembre de 2005, es importante exactamente por eso: primer, porque incidirá en los rumbos del gobierno Lula, en la táctica del PT en las elecciones 2006 y en las características de un posible según mandato presidencial; en según lugar, porque incidirá en el proceso actualmente en curso, de reorganización de la izquierda brasileña, aumentando o disminuyendo las chances del PT continuar a ser el principal partido dos socialistas brasileños, un partido antiimperialista, antilatifundista, antimonopolista, comprometido con la democratización radical de sociedad brasileña.
Para hacer frente a las amenazas al nuestro partido e a nuestro gobierno, para seguir trillando un camino democrático-popular y socialista, defendemos un cambio estratégico del PT, bien como un cambio en la orientación de la administración federal. El cambio propuesto ha que contemplar cuatro aspectos principales:
- del punto de vista programático y estratégico, reafirmar el socialismo como nuestro objetivo histórico;
- del punto de vista social, reconstruir la clase obrera como sujeto de los cambios estructurales de nuestro país, reanudando los lazos del PT con los movimientos sociales.
- Del punto de vista partidario, reafirmar la combatividad, la democracia interna y la autonomía del Partido frente a los gobiernos que conquista;
- Y, finalmente, del punto de vista táctico y de la acción del gobierno federal implementar acciones para derrotar la hegemonía del capital financiero sobre la sociedad brasileña.
Reafirmar el socialismo petista
PT es un partido de la izquierda, defensor de la democracia, la soberanía nacional e del socialismo. Somos, pues, totalmente distintos de los partidos de la derecha (tales como PFL y PSDB), cuyo objetivo central es mantener el poder político y económico concentrado en las manos de una pequeña elite. Al igual somos distintos de los partidos auto nombrados de centro izquierda, que mismo cuando tienen compromisos populares, adoptan como su limite programático la “buena gobiernación” del capitalismo.
PT es un partido socialista, porque queremos construir un futuro para toda la humanidad: solo la lucha por el socialismo puede liberar la sociedad brasileña e mundial de la catástrofe en marcha.
A lo largo del siglo 20 esta catástrofe batió innumeras veces en nuestras portas: en las guerras mundiales, en la amenaza de exterminio atómico, en las catástrofes ambientales, en los genocidios racistas. Ha sido la lucha ideológica, política y social desarrollada por la izquierda socialista, democrática, nacionalista que logró imponer límites a la fuerza destructiva del capitalismo y evitar lo peor.
A partir de los años 80, el capitalismo infligió duras derrotas a los países en desarrollo, al Estado de Bien Estar social y a los países del llamado socialismo real. Libre de los frenos impuestos por la izquierda, el capitalismo inauguró un nuevo periodo histórico, en lo cual ejerce su hegemonía de una manera sin paralelos en la historia en periodos anteriores.
Antes de 1917 el capitalismo competía con otras formas de organización social. Luego de 1917 el capitalismo pasó a enfrentar la competencia de distintos intentos de construir una sociedad poscapitalista. Pero de 1990 hasta ahora, del punto de vista de la historia, la resistencia a la hegemonía capitalista está en su nivel más bajo.
En esos 25 años de aplastadora hegemonía capitalista hubo menos paz en el mundo, menos desarrollo, menos prosperidad, menos solidaridad, menor cualidad de vida, menos respecto con el ambiente.
Sin embargo hay en varios países movimientos sociales y partidos que siguen librando una batalla contra las tres principales características de eso capitalismo: la truculencia del imperialismo norteamericano, la predominancia del capital financiero y la ideología neoliberal. Pero todavía es una lucha defensiva, y no es una lucha ofensiva, claramente a favor de una sociedad globalmente distinta del capitalismo.
No tenemos como saber ni determinar por cuales caminos y en cuanto tiempo en capitalismo será derrotado. Sin embargo es necesario definir con claridad desde cual trinchera y con cual objetivo final se habrá la lucha en contra él. PT libra su lucha desde una trinchera socialista, es decir, hace una crítica al conyunto del status quo capitalista, y ofrece una alternativa de conyunto a eso modo de producción basado en la explotación, en la opresión e en la desigualdad.
El socialismo encuentra amplio respaldo en la populación brasileña. Una encuesta contratada por el mismo PT confirmó que 52% de los brasileños e brasileñas siguen creyendo que el socialismo es una alternativa para resolver los problemas del país.
Sin embargo, hay en el Partido militantes que no creen posible derrotar al capitalismo; o que ya no quieren más defender el proyecto socialista, después de la derrocada de la URSS. También hay en el Partido aquellos que hacen confusión entre socialismo y socialdemocracia.
En verdad, no se trata de un debate nuevo. A ese respecto nuestro Partido aprobó innumeras resoluciones, y entre ellas destacase un documento intitulado “O Socialismo Petista”, aprobado en el 7º Encuentro Nacional del Partido, en 1990. Tal documento se constituye en un punto de partida hacia la necesaria reafirmación del PT como partido socialista, que busca aprender con las distintas tradiciones de la izquierda mundial e brasileña, pero siempre con el propósito de reafirmar su compromiso anticapitalista.
Según el “Socialismo petista” la “convicción anticapitalista, resultado de la dura experiencia social brasileña, también nos ha hecho críticos de las propuestas socialdemócratas. Las corrientes socialdemócratas no ofrecen hoy ninguna perspectiva real de superación histórica del capitalismo. Tales corrientes, equivocadamente, creyeron ser posible llegar al socialismo a partir de gobiernos e instituciones del Estado, sobretodo del Parlamento, mismo sin la movilización de las masas por la base. Confiaron en la neutralidad de la máquina del Estado y en la compatibilidad de la eficiencia capitalista con una transición tranquila a otra lógica económica y social. Con el tiempo, dejaron de creer en la posibilidad de una transición parlamentar al socialismo y abandonaron no solo la vía parlamentaria, pero el socialismo mismo. El diálogo crítico con tales corrientes de masa es, seguramente, útil a la lucha de los obreros en escala mundial. Sin embargo su proyecto ideológico no corresponde a la convicción anticapitalista ni a los objetivos de emancipación defendidos por el PT”.
La socialdemocracia clásica es, por lo tanto, una izquierda que abandonó el socialismo, aceptó el mercado y la gran propiedad capitalista, pero defiende que los capitalistas paguen altos tributos con los cuales sea posible financiar importantes políticas sociales.
El gran problema de la socialdemocracia es que ella depende, en última análisis, que el sistema capitalista sea exitoso. Pero la Historia ha demostrado, tantas veces, que el capitalismo no suporta una ampliación permanente, ininterrumpida de calidad de vida y de la democracia. La reacción del capitalismo, frente al bien estar social y a la democratización es la reducción del crecimiento y la “financierización” de la economía, que por su vez genera desempleo en un lado y crisis fiscal en otro lado. Eso, a su vez, crea el ambiente político que posibilita a la derecha llegar al gobierno y desarticular el Estado de bienestar social.
La estrategia socialdemócrata no logra dar cuenta de esa situación. Incapaz de dar um paso adelante hacia el socialismo, una vez que respeta la gran propriedade capitalista como se fuera una cláusula pétrea; incapaz de mantener la reforma social, pues al capitalismo no le interesa seguir financiándola, la socialdemocracia acaba por perder las elecciones o abandonando la reforma social, abandona la izquierda y se convierte en centro izquierda.
Así ha sido la crisis de la socialdemocracia en Europa los años 70 y 80. En los años 90 cuando logró recuperar el gobierno, la socialdemocracia europea ya se había convertido en centro izquierda, aderiendo mayoritariamente a las tesis neoliberales.
En América Latina no se conoció ninguna experiencia de Estado de Bienestar Social dirigido por los socialdemócratas. El Estado populista ha sido lo que llegó más cerca de eso. Y, en el caso de Brasil, el populismo ha sido muy tímido y refluido política y socialmente. Ha sido así porque en Brasil no hubo ni una gran revolución ni gran reforma social que impusiera límites a las clases dominantes y asegurara conquistas duraderas a los sectores populares.
Eso explica por que el nivel de desigualdad social existente en nuestro país es uno de los mayores del mundo. También por eso el proyecto socialdemócrata no encuentra viabilidad en un país como Brasil, salvo como una caricatura expresada pelo PSDB, un partido de la derecha.
Un proyecto socialdemócrata en serio supone tal transferencia de renta, de riqueza y de poder hacia los de abajo, lo que equivaldría a una revolución social. Por eso que en Brasil hasta para tornar posible una reforma social verdadera, será necesario que exista un fuerte movimiento socialista.
La construcción de un fuerte movimiento socialista
El Partido de los Trabajadores debe ayudar a construir un fuerte movimiento socialista, de carácter nacional e internacional. Para se llegar a tal objetivo habrá de cumplir, por lo menos, dos tareas:
La primera es de naturaleza teórica. Se trata de actualizar la crítica marxista al capitalismo. El capitalismo de hoy no es aquello analizado por Marx ni por Lenin. Los dos siguen siendo fundamentales, pero no mas suficientes, aunque también hoy vivimos un periodo de crisis, de guerras, grandes conflictos sociales y, ojalá, revoluciones.
El análisis de la evolución del capitalismo, a lo largo de segunda mitad del siglo XX hasta hoy día, ha que involucrar también el análisis crítica del primer intento, fracasado, de construir una sociedad socialista.
Hace tiempos el PT viene realizando tal análisis crítica. En el ya mencionado documento “El socialismo petista”, allá ya está indicado que “nuestro compromiso estratégico con la democracia nos llevó a rehusar los supuestos modelos del llamado socialismo real. Jamás ignoramos la falacia de esa expresión. Los medios conservadores lo utilizan para facilitar el combate ideológico a cualquiera proyecto histórico que enfrente la dominación capitalista. Según sus detractores, el socialismo cuando materializado fatalmente es avieso a los ideales de progreso y libertad, conservadurismo que nosotros repudiamos con vehemencia.”
“Además, la expresión socialismo real, en su generalidad abstracta, desconoce las particularidades nacionales, distintos procesos revolucionarios, variados contextos económicos y políticos. Nivela experiencias de transformación social heterogéneas en su naturaleza y en sus resultados, descalificando conquistas históricas que seguramente no son irrelevantes a los pueblos que las obtuvieron. Algunas de las experiencias auto proclamadas socialistas tuvieron su origen en revoluciones populares, mientras otras han decorrido de la derrota de la Alemania nazi y de la ocupación de esos países por el Ejército Soviético, cambiando el mapa geopolítico europeo, dando origen al llamado Bloque Socialista, controlado por URSS. En algunos procesos nacionales, las masas obtuvieron influencia no despreciable en los rumbos de vida nacional.”
La Resolución del 7º Encuentro Nacional afirma aún: “el PT apoya la lucha de los trabajadores y de los pueblos por su liberación, asumiendo la defensa de los auténticos procesos revolucionarios, pero lo hace con total independencia política, ejerciendo plenamente su derecho a la crítica. Ha sido de esa forma que el PT, desde su fundación, identificó en la mayoría de las experiencias del llamado socialismo real una teoría y una practica incompatible con nuestro proyecto de socialismo. Su inmensa carencia de democracia, tanto política cuanto económica y social; el monopolio del poder por un único partido, aunque formalmente haya pluripartidismo; la simbiosis partido/Estado; el dominio de burocracia en cuanto capa o casta privilegiada; inexistencia de democracia de base y de auténticas instituciones representativas; la represión abierta o encubierta a la pluralidad ideológica y cultural; la gestión de la vida productiva a través de planificación vertical, autoritaria e ineficiente – todo eso niega la esencia misma del socialismo petista”.
El socialismo que queremos construir en Brasil será más que todo producto de la lucha y de la experiencia de la clase obrera brasileña. Y, seguramente, tendrá rasgos distintivos tales como:
- la más intensa democratización, lo que supone democracia social, pluralidad ideológica, cultural y religiosa; promoción de la igualdad racial y de género; respecto a la diversidad de orientación sexual; creación de nuevos mecanismos institucionales que combinen democracia representativa y democracia directa.
- Un arraigado compromiso internacionalista, basado en doble constatación: primer, que todos somos seres humanos, compartimos un mismo planeta, que es la casa común a que todos tenemos derecho y que todos debemos cuidar; según, que el capitalismo es un modo de producción que actúa en escala internacional y, por lo tanto, el socialismo también debe proponer una alternativa mundial de organización social. Y, mientras haya Estados nacionales hay que respectarle su soberanía, pero han de cooperar para eliminar la desigualdad económica y social, así como todos los motivos que llevan a la guerra y demás conflictos políticos y sociales. Se trata también de crear novas instituciones, reemplazando los organismos multilaterales creados después de la Segunda Guerra Mundial por nuevas instituciones, por otros organismos capaces de servir como superestructura política de un mundo basado en la cooperación, la igualdad, el desarrollo y en la paz.
- Planificación democrática y ambientalmente orientada, que entienda la economía como medio de atender las necesidades, presentes y futuras, del conyunto de la humanidad. Para tanto es necesario retirar la planificación económica de manos de quién la hace hoy día: de la anarquía del mercado capitalista como también de una minoría de tecnócratas y de grandes empresarios a servicio de la acumulación del capital y, por eso mismo, dominados por la inmediatez, por el consumismo y el sacrificio de nuestros recursos sociales y naturales.
- La propiedad pública de los grandes medios de producción, una vez que las riquezas de la humanidad son creación colectiva, histórica y social de toda la humanidad. No habrá democracia mientras el poder político y el control de la riqueza en el mundo esté en manos de algunos cientos de grandes empresas.
En síntesis, el Partido de los Trabajadores sigue creyendo que el mundo y el Brasil necesitan de un fuerte movimiento socialista, asumidamente anticapitalista, que defienda la propiedad pública de los grandes medios de producción, la planificación democrática, la cooperación internacional para eliminar la desigualdad y promover la más honda democratización política.
Fortalecer la clase obrera
La construcción de un fuerte movimiento socialista, en ámbito nacional e internacional implica una segunda tarea de carácter político y social. Se trata de reconstruir la clase obrera como sujeto de la lucha por el socialismo.
Los impactos económicos, sociales, políticos e ideológicos del neoliberalismo bien como la derrocada del llamado campo socialista lanzaron la clase obrera en uno ciclo de fragmentación y la debilitaron en cuanto sujeto histórico de la lucha por el socialismo. Tal debilidad generó, en la intelectualidad que sigue y participa en la lucha de los obreros, reacciones las más distintas, ya sea el nihilismo, el izquierdismo o la adhesión al neoliberalismo.
Reconstituir la clase obrera como sujeto histórico de la lucha por el socialismo es un largo y difícil proceso que requiere labor político partidario, fortalecimiento y reorientación de los sindicatos y demás organizaciones populares, como también políticas del gobierno, tales como: aumento real de los salarios, combate a la precariedad del trabajo y al trabajo esclavo, imposición de las leyes de protección al trabajo, reducción de la jornada sin reducción de los salarios, adopción de fuertes políticas públicas que mejoren las condiciones de vida de los obreros, políticas educacionales, cambio en las prácticas de los medios de comunicación social, amplio acceso a la fruición y a la producción cultural.
Tal conyunto de medidas es necesario para recomponer los lazos objetivos y subjetivos de clase, la noción de comunidad y cultura de clase sin las cuales una acción socialista de masas es imposible.
Un aspecto fundamental de esa reconstitución de la clase obrera, sujeto de la lucha por el socialismo, es la recomposición de los lazos entre el PT e los movimientos sociales. Nuestro Partido ha que reconocer, con sinceridad, que en los últimos años se dedicó mucho más a la lucha electoral y a la acción institucional (gobiernos y parlamento) do que a la lucha y organización directa de la sociedad.
Hay riesgo real, por lo tanto, de estatizar nuestra acción, lo que haría inviable los cambios estructurales que han sido propuestos por el mismo PT y que solo se logrará a condición de combinarse la acción institucional, lucha social y construcción partidaria.
Hoy, es muy preocupante que la mayoría de los luchadores sociales todavía vota en el PT, pero una parte importante ya no se considera más un militante petista. Son afiliados, son electores pero ya no se sienten más constructores y definidores de la línea del partido. Eso no sucede por acaso. Además de los hasta cierto punto inevitables conflictos entre los movimientos sociales y los gobiernos conquistados por el partido, hay algo más grave: la inexistencia, inoperancia o simplemente la burocratización de las instancias partidarias, de los espacios donde los militantes de los movimientos sociales pueden debatir y decidir, como petistas, sus rumbos y los rumbos del Partido.
Para cambiar tal situación el Partido debe ejecutar por lo menos cuatro acciones simultáneas:
Reafirmar teórica y prácticamente el carácter estratégico de la lucha social, por lo menos a quién almeja un cambio profundo en Brasil.
Adoptar o reforzar el rol de mecanismos de participación popular en los gobiernos que conquistamos y/o que participamos;
Crear o hacer funcionar los canales e instancias de diálogo y consulta entre partido, movimientos y gobiernos.
Desatar una amplia campaña de construcción partidaria en la que esté involucrada la afiliación, organización, comunicación y formación política de modo a traer para la vida petista la mayoría de los luchadores del pueblo, de los militantes sociales, de los obreros y obreras brasileños.
PT no es y tampoco desea ser el único partido de izquierda, socialista y comprometido con la clase obrera. Pero nosotros somos hoy el principal partido de izquierda y socialista del Brasil, en lo cual militan o tiene referencia la mayor parte de los luchadores sociales del país.
La existencia de un partido como el nuestro, a lo lado de la existencia de fuertes movimientos y organizaciones sociales es esencial para el suceso de la lucha por el socialismo. Así es porque nosotros insistimos en la defensa de la CUT y de la UNE, en contra de aquellos que pretenden dividir esas organizaciones. Por el mismo motivo consideramos que el PT debe participar activamente de la Coordinación de los Movimientos Sociales.
Habemos de reconocer, con humildad y autocrítica que en los últimos años nuestro Partido se concentró en la disputa electoral y en la gestión de mandatos, abandonando otras dimensiones de la vida partidaria tales como la organización de base, la formación política, la comunicación y la acción política cotidiana.
No se trata de abandonar o menospreciar los procesos institucionales, pues en Brasil de hoy, la disputa de elecciones y el ejercicio de mandatos parlamentarios y ejecutivos integran nuestra estrategia de poder. Pero llegar al gobierno no significa llegar al poder. Y no se puede llegar al poder sin militancia social, partido organizado y ideológicamente preparado. Tampoco se puede reducir el contacto masivo del partido con el pueblo solamente a los periodos electorales.
PT tiene larga experiencia acumulada a ese respecto. Sabemos organizar núcleos y sectoriales partidarios; aprendimos a implantar programas de formación política; hay entre nuestros cuadros profesionales de larga experiencia en comunicación social; ye ya participamos o realizamos importantes campañas de masa tales como las Directas Ya, Fuera Collor y el Plebiscito de la Deuda Externa.
Por lo tanto, lo que necesitamos es priorizar las acciones de organización, formación política, comunicación como también retomar las campañas de masas, destinando a ellas los recursos financieros necesarios.
Para que eso ocurra, el Partido habrá que rever sus prioridades y el método con que las decide. Se trata, entre otras cosas, de adoptar los siguientes mecanismos:
- el más amplio y participativo debate acerca del presupuesto partidario;
- la destinación de un porcentaje creciente del presupuesto partidario para aquellas acciones;
- la institución de recursos “sellados” para las acciones de organización, formación, comunicación, sectoriales y para las campañas de masa;
- compartir la administración de esos recursos con las respectivas secretarías, en conyunto con la Secretaría Nacional de Planificación y Financias del PT.
Está claro que al reafirmar el PT como partido socialista y reconstituir la clase obrera como sujeto histórico de la transformación, no significa que estaremos criando automáticamente las condiciones políticas necesarias a implementar en la sociedad brasileña un proyecto socialista. Tal equívoco izquierdista no hace distinción entre voluntad política y correlación de fuerzas, y está muy presente en las críticas hechas al PT por PSTU y PSOL.
Por otro lado, no se pode tampoco argumentar contra el proyecto histórico socialista, con el pretexto de las dificultades coyunturales que él enfrenta. A despecho de todo eso, en la actual coyuntura, hay todavía acciones prácticas que un Partido y un gobierno federal como el nuestro pueden desarrollar, tales como combatir el imperialismo, promover las reformas agrarias y urbanas, reducir el poder de los bancos y de los monopolios, incluso en las comunicaciones. Esas son acciones que favorecen nuestro proyecto socialista.
Hay que señalar que el crecimiento de la economía nacional depende de fuertes inversiones estatales, y el desarrollo con eliminación de la desigualdad solo será posible con fuertes inversiones por el Estado en el área social.
Gigantescas inversiones sociales pueden se convertir en uno de los ejes del propio crecimiento económico, en la medida que impulse inversiones, generando empleos directos e indirectos. Pero el objetivo de tales inversiones sociales no deberá ser generar ganancias al capital. La inversión social en la Salud, la Educación, la Cultura, la Comunicación Pública y en la mejoría de la calidad de vida en las ciudades hay que direccionala a elevar la calidad de vida de nuestro pueblo, para que la vida de la gente común sea de alegría, sea fiesta y no sufrimiento como es hoy.
En los dos primeros años, nuestro gobierno federal no ha logrado superar el patatar de las inversiones sociales heredadas del gobierno Fernando Henrique Cardoso. Sin embargo, si cambiamos esa situación, si direccionamos socialmente la mayor parte de los 140 mil millones de reais que son transferidos anualmente al sector financiero, estaremos dando demostración inequívoca que seguimos siendo izquierda y socialistas.
Reaccionar a la derecha con movilización social
Desde la elección de presidente Lula, sectores de la derecha y del gran empresariado actúan con el objetivo de imponer una derrota al PT, desde luego y en las elecciones de 2006.
A lo largo del año 2003, los sectores de la derecha practicaron una oposición de bajo perfil, lo que llevó a algunos sectores del Partido a suponer que los conservadores se quedaron atónitos con el supuesto suceso de nuestra política, en particular, en el área económica. Sin embargo, fue exactamente en aquél año que la derecha logró construir una estrategia para hacer frente a nuestro gobierno y nuestro partido.
La principal característica de esa estrategia está, exactamente, en la conducción de la política económica del gobierno Lula.
Según la derecha, la política económica es exitosa por dos razones: por que es la continuación de la política implementada por gobierno anterior, y más, por ser implementada por cuadros mayoritariamente sintonizados con las ideas o mismo oriundos del gobierno anterior. Ese es el caso del presidente del Banco Central, que ha sido elegido diputado federal por la leyenda del PSDB; los demás miembros de la dirección del Banco Central, mayoritariamente son tecnócratas vinculados al pensamiento neoliberal, y de los ministros Roberto Rodrigues y Luis Furlan, dirigentes orgánicos del gran empresariado.
En otras palabras, los aspectos supuestamente exitosos de acción del gobierno son atribuidos al gobierno anterior; los aspectos supuestamente negativos, incluso algunos de los efectos sociales derivados de la política económica, son atribuidos al Partido dos Trabalhadores.
Una segunda característica de la estrategia de la derecha es desgastar el gobierno y el Partido junto a los tres sectores sociales que confluyeron en la victoria del presidente Lula, el año 2002: los sectores populares, las capas medianas y ciertas parcelas del empresariado.
Como se trata de sectores muy distintos e intereses incluso contradictorios, la derecha construyó discursos también distintos, adecuados a cada uno de ellos.
A los sectores de la elite proximos al gobierno, se les dice que el gobierno Lula es autoritario, antidemocrático y cómplice de los radicales de la izquierda. En otras palabras, el presidente Lula sería algo como un Chávez en piel de cordero. La reforma universitaria, aunque sea muy criticada por los sectores de la juventud petista, ha sido atacada por la derecha como un intento de “bolchevizar” la universidad brasileña. La reforma sindical, criticada por amplios sectores de la CUT, es presentada como parte de la implantación de una “república sindicalista” en Brasil. La reforma agraria, considerada morosa por los movimientos sociales, es criticada como contraria a los intereses de los empresarios y complaciente con actitudes supuestamente criminosas. Hasta mismo la política internacional es presentada como aventurera y supuestamente tolerante con las “dictaduras” que la derecha ve en Cuba y en Venezuela.
A los sectores medianos se les dicen que el gobierno Lula es corrupto, perdulario y que hace reparto de los cargos públicos entre sus apadrinados. Quieren hacer creer que el presidente Lula es una especie de Vargas inmerso en un mar de fango. Para comprobar su tesis se menciona desde la ampliación del cuadro de funcionarios públicos, la compra del avión presidencial, los gastos del gabinete, hasta los casos efectivos de corrupción. Sobre esos últimos se atribuye al PT la responsabilidad por hechos realizados por la gente de otros partidos.
Es curioso que si el Partido indica sus militantes para ocupar puestos en el gobierno, le acusa de se estar “aparatando” el Estado; si se indica miembros de otros partidos, es que está a “lotear” la máquina.
A los sectores populares les dicen que el gobierno Lula “traicionó los compromisos históricos del PT”, “traicionó los compromisos de campaña”, y “traicionó los aliados tradicionales”. En otras palabras, Lula seria una especie de Gutiérrez.
Problemas históricos del país son presentados como se tuvieran surgido en el 1 de enero de 2003. Gente que ayer mismo criticaba las soluciones radicales presentadas por el Partido, hoy critican el Partido por “abandonar” el radicalismo.
El discurso trifásico de la derecha, apoyado por los medios de comunicación, aunque parezca esquizofrénico, ha obtenido éxito en sembrar la confusión en la base electoral, social y militante del PT y del gobierno.
Un tercero aspecto de la estrategia de la derecha es saber operar con dos distintos escenarios para 2006 y 2010. En la imposibilidad de impedir que el presidente Lula sea reelecto en 2006, la derecha opera con dos hipótesis:
1 – en caso de crisis muy fuerte, intentar garantizar una candidatura capaz de derrotar Lula y el PT, eligiendo un candidato de la derecha a la Presidencia de la República;
2 – En una situación semejante a que estamos viviendo hoy, acumular fuerzas para ganar la Presidencia en 2010, al mismo tiempo en que actúa en el sentido de derrotar el PT en 2006.
En esta segunda hipótesis, Lula habría de se reelegir, pero en una correlación de fuerzas peor do que la actual. Está claro, con todo, que en ambas hipótesis el blanco principal de los ataques de la derecha es el Partido dos Trabalhadores.
Luego de construir tal estrategia en 2003, la puso en práctica en 2004 a fin de testar y nacionalizar, de manera articulada, en elecciones municipales, el discurso antipetista.
La ofensiva política antipetista tuvo inicio con el episodio Valdomiro y siguió en los ataques a la política internacional del gobierno, en las críticas al proyecto de la Ancinav, en la presión que culminó con el despido de Carlos Lessa de la presidencia del BNDES, en la compra del avión presidencial, en las “denuncias” sobre la conducción de programas sociales, en la instauración de la Comisión Parlamentaria de Investigación en contra el MST, entre otras.
El resultado de tal ofensiva ha sido una derrota política nacional del Partido, materializada en particular en los resultados electorales de São Paulo y Porto Alegre. La victoria de Severino Cavalcanti para la presidencia de la Cámara de los Diputados se constituyó en una derrota a más que se le infligió al PT. Se siguieron otras derrotas, como en el caso de la Medida Provisoria 232, en la indicación de un director de la Agencia Nacional de Petróleo y de un ministro del TCU.
Es cada vez más claro que la derecha brasileña decidió anticipar el proceso electoral de 2006, generando un ambiente de instabilidad en el Parlamento, fomentando ataques a través de los medios de comunicación, haciendo apuestas en el caos económico y social. El ex presidente Fernando Henrique Cardoso, principal vocero de la derecha, ya llegó a hablar en “clima de crisis institucional”.
No se puede olvidar que en 2006, además de Brasil, habrá elecciones también en México, Colombia, Chile, Perú y Bolivia. En todos esos países los Estados Unidos laboran a favor de candidaturas alineadas a su estrategia. Por lo tanto, más allá de cuestiones nacionales, la elección brasileña forma parte de un cuadro más amplio y que ya sufre la interferencia del gobierno norteamericano.
Frente a eso cuadro, el Partido dos Trabalhadores y el gobierno Lula necesitan, de manera articulada, y cada cual en su ámbito de actuación, deflagrar una inmediata contraofensiva.
La cuestión central en juego es reagrupar la alianza de las fuerzas políticas y sociales comprometidas con el programa democrático y popular. Esa alianza ha sido la que polarizó el país en los años 1989, 1994 y 1998. Y también estuvo en la base de la victoria de 2002. Como ya decimos, esa coalición viene sendo corroída, por una parte por los ataques de la derecha, pero también en gran medida por actitudes del PT mismo y del gobierno federal.
Para reagrupar la alianza victoriosa en 2002, ya sea para concluir ese primer mandato, ya sea para lograr un según mandato, se necesita cuatro grandes acciones:
- implementar una política económica democrática y popular, basada en grandes inversiones en las políticas sociales, en infraestructura y en reforma agraria.
- Adoptar una política de alianzas basada en la izquierda y en los movimientos sociales.
- Realizar o apoyar grandes movilizaciones de masa en defensa de nuestro programa y de nuestro gobierno.
- Asegurar para el pleito de 2006, campañas electorales de polarización programática.
Derrotar a la hegemonía del capital financiero
Se sabe que el gobierno Lula actúa en una coyuntura internacional muy difícil, con una correlación de fuerzas adversa (ahora mucho más grande que en el inicio de 2003) y tiene de hacer frente a una terrible herencia de ocho años de neoliberalismo, agravada por veinte años de crisis del modelo y de siglos de desigualdad social, dependencia e conservadorismo político. Además, es la primera vez que la izquierda ha llegado al gobierno central en Brasil.
Esa realidad no es desconocida por las fuerzas políticas y sociales que apoyaron Lula en 2002 y constituyen la base de nuestro gobierno. Esas fuerzas tenían antes y tienen aún conciencia de las dificultades y sabían que el proceso de cambios sería más lento do que nos gustaría que fuera. Además, todas esas fuerzas tenían claro que se trabaría una disputa cotidiana por los rumbos del gobierno Lula. Una disputa al interior del gobierno y de afuera también.
Pero para el Partido estaba claro que habría de hacer opciones. Con base en eso que el 12º Encuentro Nacional del Partido, celebrado en Olinda, Pernambuco, en el diciembre de 2001, aprobó el documento “La ruptura necesaria”, donde quedaba claro que para se superar al neoliberalismo habría que romper con las bases del modelo.
Eso significaba, pues, romper con la política económica basada en la apertura comercial, el endeudamiento público y en las privatizaciones. En su lugar, nosotros adoptaríamos una política organizada en torno a la ampliación del mercado interno (sin que eso implicara en abandonar el comercio exterior), en torno a inversiones productivas (sin que eso implicara desconocer las deudas financieras) y en torno al fortalecimiento de la acción del Estado (sin que eso implicara en reverter las privatizaciones).
Por lo tanto, el programa adoptado por el Partido en diciembre de 2001 era extremamente moderado, pero firme en su concepto.
Eso programa sufrió dos importantes alteraciones en período de campaña electoral de 2002, y que han sido motivadas por una fuerte chantaje del capital financiero en contra el Brasil y en contra el PT, con amenazas de patrocinar la huída de capitales, aún antes del primer turno de las elecciones presidenciales.
En aquél entonces, el Partido decidió – con voto mayoritario de los miembros del Directorio Nacional – la aprobación de un documento intitulado “Carta a los Brasileños”, en la que se reemplazaba la expresión “ruptura” por “transición” y en ella afirmaba el compromiso no solo con los contractos, sino también con el superávit primario en lo que fuera necesario.
La “Carta a los Brasileños”, aunque afirmara los demás compromisos programáticos, se constituye por lo tanto en una clara concesión al capital financiero. Sin embargo, en el ambiente de la campaña electoral, tal Carta ha sido entendida por amplios sectores del Partido como una táctica y que será revertida una vez que estuviéramos en gobierno, en condiciones de hacer frente al chantaje de los grandes especuladores internacionales.
Esa interpretación ha sido reforzada, en los inicios del gobierno, por las declaraciones, según las cuales la adopción del superávit primario superior al que ha sido exigido por el FMI era parte de una política de transición que habría de llevar de doce a dieciocho meses.
Sin embargo, casi treinta meses después, esa política sigue valiendo. Además, en distintos textos y pronunciamientos, miembros del actual equipo económica han exaltado las virtudes de aspectos fundamentales de la política del gobierno antecesor, tal como el superávit primario, las rigurosas metas de inflación, la “responsabilidad fiscal” y la autonomía del Banco Central. Se queda claro, así, que en el entender del equipo que hasta ahora está al frente del área económica del gobierno tal política no es de transición ni tampoco una concesión táctica frente a una correlación de fuerzas difícil, pero son políticas permanentes, ejemplares y virtuosas y que deben ser mantenidas por muchos años.
Frente a tal situación, el Partido dos Trabalhadores necesita hacer un balance de la política económica, y que es parte importante de un balance global del gobierno federal.
La política económica del gobierno Lula es distinta de aquella adoptada por el gobierno FHC, en la medida en que no está basada en la apertura comercial, en las privatizaciones, ni tampoco en la multiplicación por diez del endeudamiento público.
Pero la política económica adoptada por el gobierno Lula tampoco es aquella indicada en las Resoluciones del 12º Encuentro Nacional del PT. No se trata de una política organizada alrededor de la ampliación del mercado interno; lo que vemos es la prioridad al comercio exterior. No se trata de una política organizada alrededor a las inversiones productivas, pero una política en una camisa de fuerza por el compromiso del pago de las deudas financieras. A su vez los compromisos con el fortalecimiento de la acción del Estado, con ampliación de las inversiones sociales y creación de empleos se encuentran en gran medida bloqueados por el superávit primario.
Se queda claro, pues, que tal política económica no logra contribuir a un cambio cualitativo en la situación heredada del gobierno FHC. Véase, por ejemplo, el caso de la relación deuda pública-PIB, aunque se haya reducido todavía se queda en 50%. También lo que ocurre en las políticas sociales, cuyas inversiones hechas por el gobierno Lula , en la mejor de las hipótesis, creció como unos 5% comparándose al gobierno anterior.
Si examinamos la estructura de gastos del gobierno federal, según investigaciones realizadas por el Tesoro Nacional y divulgado por la prensa en 31 de octubre de 2004, el gasto con interés es más grande que las inversiones desde el año 1980. En aquel año, las inversiones del gobierno federal han sido del orden de 10 mil millones de reales, y ha pagado 6,7 mil millones de reales de interés. En 1990, en la administración Collor de Mello, las inversiones del gobierno han sido del orden de 13,5 mil millones de reales y ha pagado 35,8 mil millones de reales de interés. En 1995, bajo el gobierno FHC, el gobierno ha invertido 12 mil millones de reales y ha pagado 42 mil millones de reales de interés. El 2002, último años del mandato de FHC, el gobierno hizo inversiones del orden de 12,8 mil millones de reales y ha pagado ¡70 mil millones de reales de interés! Las cifras en 2004 eran todavía parciales en ocasión de la publicación del estudio del Tesoro Nacional , pero la tendencia se mantenía sin alteración, es decir, 1,7 mil millones de reales en inversiones en contra 50,8 mil millones de reales en el pago de interés.
Al considerar cláusula pétrea los contractos y intereses del gran capital financiero, esa política económica sustrae al Estado los recursos necesarios, ya sea para favorecer un ciclo de inversiones productivas, ya sea proporcionar la ampliación de las políticas sociales o mismo sostener grandes medidas estructurales, como la reforma agraria. Por ejemplo: el "aparto” en 2005, de 2 mil millones de reais del presupuesto del Ministerio de Desarrollo Agrario, en que pese la agudización de los conflictos agrarios en el país.
Privado de esos recursos, solo resta al Estado adoptar una política pasiva, delegando al capital privado la función de comandar la retomada del crecimiento (expectativa falsa que está en las bases de las llamadas PPP - Parcerias Público Privadas). Sucede que eso capital privado no posee disposición ni cantidad de recursos necesarios a tal fin, así, lo que resucita las propuestas neoliberales de reducción del tamaño del Estado, reducción de los impuestos, reducción de las políticas sociales, reducción del “Custo Brasil”, como el único medio de “liberar” recursos privados a ser invertidos en el crecimiento. Otra consecuencia es la retomada de la creencia en las “agencias reguladoras”, cuando la experiencia reciente con el Banco Central deja patente los riesgos que implican los intentos de darle autonomía a las acciones típicas de Estado: libres de la presión democrática y del control social, tales instituciones se convierten en presas de los intereses privados.
Como sabemos, en ambiente de altas tasas de interés, la reducción de las tarifas, del Estado, de las políticas sociales y laborales solamente libera más recursos hacia la especulación financiera. Además de ampliar la crisis social y reducir el ímpetu del llamado sector productivo.
En síntesis, la política económica adoptada por el gobierno no permite liberar el país de la herencia neoliberal, pues no rompe la hegemonía del capital financiero; no permite superar la crisis del modelo, pues no genera crecimiento económico sostenible; ni tampoco genera desarrollo con igualdad social, pues aparta escasos recursos para las inversiones sociales.
Se argumenta que la actual política económica impidió que el país entrara en colapso tal como lo sucedió a Argentina. Tal argumento se parece a la situación del secuestrado que, luego de pagar su rescate, afirma que su liberación fue un suceso.
Habría motivos para celebrar si nuestra política – aunque con alto costo – estuviera logrando desmontar las trampas que nos hacen excesivamente vulnerables a los chantajes de la especulación financiera e a los intereses comerciales de los grandes países capitalistas. Hay que señalar que hasta mismo donde parezca que se desmontan las trampas, como es el caso de la reducción de la parcela dolarizada de la deuda pública, es mister ver más allá de las apariencias: la reducción es facilitada por la valoración del real, y sus ganancias son neutralizadas por el crecimiento de la deuda acoplada a la tasa de interés.
Se argumenta aún que tal política económica ha mantenido la inflación bajo control. En la práctica, tal argumento no se sostiene, pues la inflación actual mantiene comportamiento constante hace varios años, vinculado en especial al flujo de capitales extranjeros para el país. Además de eso, las decisiones del Copom – que ha aumentado nueve veces la tasa Selic, que hoy está en el 19,75% - además de inocua en el combate a la inflación, causada en gran medida por los contratos de privatización firmados por el gobierno FHC, hace más grande el stock de la deuda pública, liquidando toda el ahorro que por supuesto se haría en el país, por medio de un superávit asfixiante.
El crecimiento económico también se ve afectado por esa política de interés. En los dos primeros años del gobierno, en una coyuntura internacional favorable, la política económica adoptada frenó el crecimiento nacional en índices inferiores al que sería posible y necesario. Ahora, en un escenario internacional adverso, la combinación de superávit primario con tasas de interés tendrá efectos todavía más negativos sobre las tasas de crecimiento, y tendrá como resultado un crecimiento de renta y de los empleos insuficientes a reponer aquello que ha sido perdido en los últimos años y, de esa manera, reverter la brutal crisis social en que el país está sumergido hace décadas.
La verdad es que las contradicciones y limitaciones del actual política económica se hacen más evidentes en la medida que cambia el escenario internacional – similar al que ocurrió en 1998, en el gobierno FHC. La valoración del real frente al dólar, afectando a las exportaciones, nada más es que una señal de eso.
Frente a ese cuadro, el Partido dos Trabalhadores refirma lo que dijo en diciembre de 2001: no es posible suplantar al neoliberalismo, reforzar el rol del Estado, ampliar las inversiones productivas y sociales, proceder reformas estructurales sin romper con los marcos de la política neoliberal, es decir, en última análisis, sin afectar la hegemonía que el gran capital financiero mantiene sobre la economía nacional.
En un lenguaje figurativo podríamos decir que los intentos de cambiar el mantel sin sacarle a la loza de arriba han resultado en un aumento de la presión tributaria, salarial y productiva experimentada por sectores del empresariado, por las capas medianas y, principalmente, por los obreros urbanos y rurales. Será eso el precio que la sociedad seguirá pagando si no logramos interrumpir la transferencia de recursos públicos y privados hacia el capital financiero. Otra consecuencia más es a ampliación de la dependencia del país a lo superávit comerciale basado especialmente en el agronegocio.
El costo político de eso es la corrosión continua de las bases de apoyo del gobierno federal formada por los sectores empresariales, capas medianas y asalariados en general. Corrosión esa que, como ha sido demostrado en las elecciones municipales de 2004, no se compensa con las alianzas con partidos de centro y de derecha, ni tampoco por los amigos de sectores del gran empresariado, ni por las retomadas económicas coyunturales, ni por injertar recursos federales en una ciudad, ni políticas compensatorias y mucho menos por el carisma del presidente de la República.
El PT entiende que esa política económica crea dificultades a la reelección de Lula. Y si no hay cambio en rumbo, una victoria de Lula en 2006 no tendrá el mismo significado de victoria de 2002. Ya no será la victoria de la esperanza sobre el miedo; será la victoria del continuismo.
La hegemonía del capital financiero, del agronegocio y del sector exportador sobre la economía nacional es una herencia recibida de la época neoliberal, en particular del gobierno Fernando Henrique Cardoso. La derrota completa de esa hegemonía exigirá un cierto tiempo, más allá de una gestión democrática y popular. Con todo, nuestra presencia en el gobierno federal solo tiene sentido caso sea para reducir y derrotar tal hegemonía, jamás para reforzarla.
En ese sentido, el Partido dos Trabalhadores defiende una amplia reorientación en la política general del gobierno, empezando por medidas en el área económica, entre las cuales destacamos:
1. sustancial reducción en las metas del superávit primario. La velocidad y la manera como se dará la reducción es una decisión que le toca al gobierno, pero la meta debe ser clara: liberar el conjunto de los recursos hoy destinados al pago de la deuda pública hacia las inversiones sociales y de infraestructuras.
2. Reducción acelerada en las tasas de interés. El país no puede más convivir con la más grande tasa de interés del mundo. La velocidad de la reducción bien como su índice es una decisión que cabrá al gobierno, pero la meta ha de ser clara: la tasa de interés hay que ser compatible con un crecimiento, por varios años, a tasas del 10% al año.
3. Cambio en las instituciones de política económica, con la democratización de la composición del Consejo Monetario Nacional, del Consejo de Política Monetaria y del Banco Central, los cuales deben conquistar su autonomía frente a los intereses del gran capital financiero privado.
4. Control de capitales. La oscilación en el cambio, el impacto de la instabilidad económica internacional y el riesgo de una nueva huída de capitales en busca de la “calidad” que se le ofrecen otros centros financieros hay que ser evitadas o moderadas por medio de la institución de mecanismos de control del ingreso y salida de capitales. Deben ser revistas las medidas facilitadotas adoptadas recientemente.
5. Ampliación de las inversiones publicas en infraestructura. Las inversiones liberadas por la reducción del superávit primario y de la tasa de interés deben ser dirigidas hacia inversiones productivas de larga escala, a fin de asegurar un crecimiento sostenible, sin amenazas de un choque inflacionario.
6. Plan de emergencia de obras públicas en las grandes ciudades. Las metrópolis brasileñas concentran pobreza, problemas urbanos, carencia de medios de transporte colectivo, déficit de viviendas, inmensos problemas ambientales y de saneamiento. El aumento de las inversiones en infraestructura también debe contemplar ese sector.
7. Ampliación en las inversiones públicas en áreas sociales. Hay que ofrecer más servicios y equipamientos públicos que además de elevar la calidad de vida de decenas de millones de obreros, genera empleos y resulta también en una ampliación no inflacionaria de renta de los obreros.
8. Extinción de la Desvinculación de los Recursos de la Unión (DRU), haciendo posible la ampliación de las inversiones en áreas sociales.
9. Asegurar el porcentaje de aplicación de recursos presupuestarios previstos en la Constitución Federal para la Salud y la Educación. Elevarles su financiamiento del patatar de los 4% a 7% del PIB, retirando el veto que le puso FHC a esa meta, según ha sido determinado en el Programa de Gobierno del compañero Lula.
10. Ejecución de la meta de reforma agraria, cumpliéndose hasta el final del año 2006, la meta de asentar a por lo menos 430 mil familias. La reforma agraria sumada a la reforma urbana es una de las medidas estructurantes de un novo patrón de desarrollo para el país. La reforma agraria y el apoyo a la agricultura familiar, al combinar el acceso a la tierra, financiamiento, comercialización y seguro tiene en vista cambiar el modelo agrícola. La reforma agraria promueve la democratización de la tierra, la renta y el poder y tiene enorme potencial para superar la desigualdad y la exclusión social de las comunidades rurales.
11. Doblar el valor real del salario mínimo y de las jubilaciones. Otra vez, se trata de medidas de alto impacto social, capaces de crear un efecto virtuoso sobre la producción y consumo internos.
12. Convertir la deuda pública de los estados y municipios en inversiones sociales del gobierno federal. La mayor parte de las grandes ciudades, y distintos estados podrán así realizar mayores inversiones sociales.
Las condiciones políticas necesarias para adoptar esas medidas existían en el inicio del gobierno. Hoy ellas necesitan ser creadas otra vez. En eso sentido, el Partido desencadenará campañas de masa, necesarias a crear un ambiente adecuado a tales cambios.
En primero lugar, al PT le toca tomar la iniciativa de proponer a otros partidos del campo democrático y popular, bien como a los movimientos sociales, la realización de una campaña política de agitación y propaganda, en ámbito nacional, en contra la especulación financiera y a favor de menores tasas de interés, con el propósito de presionar al sector financiero, obligándolo a bajar las tasas de interés al nivel máximo del 12% anuales, según aprobado en la Constitución de 1988.
Más allá de los beneficios directos a la inmensa mayoría de obreros, asalariados y autónomos, pequeños empresarios y profesionales, la reducción de las tasas de interés tendrá impacto altamente positivo incluso en la gente que supervive en condiciones deshumanas, y que en Brasil son decenas de millones, pues la reducción de las tasas de interés ha de liberar recursos que deberán ser aplicados por el gobierno en políticas sociales.
Uno de los elementos de esa campaña es la defensa de una auditoria de la deuda pública, interna y externa. No se trata solamente de la comprobación de cuan ilegítimos han sido sus propósitos y los mecanismos que llevaron a la acumulación de esa enorme deuda pública. Más que eso, se trata de demostrar como es pequeña la cantidad de gente beneficiada por los mecanismos de especulación financiera.
Estudios han demostrado que no “más de 20 mil familias concentran la propiedad de los títulos públicos. Por eso, el gasto público con el pago de interés representa uno de los más perversos gastos del Estado. Aquello que más renta posee, más posibilidad tiene de beneficiarse del poder público”.
Los mismos estudios sostienen que “el Ministerio de la Hacienda ya se constituye hoy en el segundo ordenador de gastos del gobierno federal, menor apenas que el Ministerio de la Seguridad. El año 2004, por ejemplo, el Ministerio de la Seguridad comprometió una cantidad de recursos equivalentes al 9,6% del Producto Interno Bruto tan solo y únicamente para el pago de interés a los acreedores de la deuda pública. El año 2002, el pago de interés representó unos 14,2% del PIB, para beneficiar cerca de !veinte mil personas!”.
Masificar tal información es esencial para que se quede claro “a quien interesa contener los gastos sociales, a quien interesa poner fin a los recursos vinculados, a quien interesa cobrar el cumplimiento de la Ley de Responsabilidad Fiscal, una ley que nada tiene a decir acerca del hecho de el Ministerio de la Hacienda acumular 1 mil millones de reais de aumento diario en el volumen de la deuda pública, solamente en los tres primeros meses de 2005”.
En según lugar, el PT hará la articulación, con el conjunto de los integrantes del campo democrático y popular, de una campaña nacional de apoyo a los movimientos que luchan por la reforma agraria – en particular el Movimiento de los Sin Tierra, por todos los motivos presentados a lo largo de esa tesis.
En tercero lugar, el PT tomará la iniciativa de proponer a los demás partidos del campo democrático y popular, bien como a los movimientos sociales, la realización de una campaña política, de agitación y propaganda, en ámbito nacional en favor de la unidad latinoamericana. Tal campaña servirá a divulgar en todo el país la necesidad de una política externa soberana y continental como única manera de contraponerse a la política de guerra, incluso comercial, de los Estados Unidos.
Un importante aliado en esa iniciativa es el conjunto de organizaciones que implementan, hace varios años, una campaña en contra la firma del Área de Libre Comercio de las Américas. El PT reafirma su posición en contra el ALCA y formará parte de la campaña.
Reorientar la economía para cambiar la política
La reorientación en la política económica del gobierno federal dará lugar a reacciones por parte del capital financiero, del gran capital internacional, del agronegocio y de los sectores exportadores. Sin embargo, sin tales medidas el país marchará hacia una nueva crisis aguda, tal como ocurrió en 1998, además de seguir sufriendo los efectos de la crónica crisis social y económica por la que pasamos desde el 1989 por lo menos.
Por otra parte, tal reorientación habrá de crear un nuevo escenario político y social. Colocará bajo nueva luz el tema de las alianzas estratégicas y de las alianzas electorales; y lanzará las bases que nos permitirán, más allá de solamente ganar a las elecciones de 2006, cumplir los objetivos estratégicos que nos llevarán a disputar y conquistar la Presidencia de la República. Cambiar la economía es el primer paso de un cambio general en la política del gobierno.
Los cambios propuestos por el Partido en la política económica habrán de constituir la base de la plataforma que presentaremos al país en las elecciones de 2006. E ha de ser complementadas por um conjunto de iniciativas políticas, y dentre ellas señalamos:
1. Esforzarse por la aprobación en el Congreso Nacional de la reglamentación del plebiscito popular presentada por CNBB y OAB, por el cual la gente podrá decidir acerca de las cuestiones fundamentales que se les dicen respecto;
2. Laborar por la aprobación de la más amplia reforma política, la que instituya el financiamiento público de campaña, la que impida la influencia del poder económico en el proceso electoral y que asegure el respecto al voto;
3. Retomar el debate en el Partido acerca de la necesidad de la convocación de una Asamblea Nacional Constituyente con el fin de consolidar una institucionalidad jurídica y política compatible con un nuevo proyecto de desarrollo nacional, de carácter democrático y popular.
4. Democratizar el uso de los medios de comunicación de masa en el país. Para eso hay que rever las concesiones políticas y liberar el uso de las radios y televisiones comunitarias;
5. Presentar al Congreso nacional la Ley de Responsabilidad Social, por la cual se establezca el social como prioridad y que sancione ejemplarmente los administradores que ponen en primer lugar las deudas financieras en detrimento de las deudas sociales. Tal ley, al entrar en vigor, debe reemplazar la Ley de Responsabilidad Fiscal.
Para un Partido como el PT, la coyuntura no se debe lamentar o tan solo constatar, sino cambiar. Y, al igual, como está muy clara la fuerza de nuestros adversarios, también se queda clara la existencia de una resistencia cada vez más grande.
Esa resistencia ocurre, en escala internacional, pues la etapa actual del capitalismo no genera crecimiento ni desarrollo. Todo al contrario, la economía mundial sigue dominada por la instabilidad, la desigualdad y la crisis. Los próximos años seran de conflictos cada vez más intensos.
Sabemos que en la base de esos conflictos está la dinámica de la actual fase de la economía internacional. Pero la acumulación de fuerzas necesaria a la superación del capitalismo en escala internacional pasa, acá y ahora, por la derrocada de sus manifestaciones más concretas y visibles: las concepciones neoliberales, el capital financiero y el imperialismo norteamericano.
El gobierno brasileño juega un papel esencial en la lucha en contra esos tres adversarios. Y, con mayores o menores límites, el gobierno Lula tiene implementado una política externa que no se somete a la hegemonía norteamericana; que se mantiene independiente frente a los intereses del imperialismo europeo; que busca construir alianzas con los países capitalistas no centrales; que es solidaria con experiencias que buscan a un camino alternativo, tales como Cuba y Venezuela. De igual manera, el PT tiene buscado construir alianzas con partidos que, en todo mundo, ofrecen algún grado de resistencia al neoliberalismo armado.
La política externa del gobierno, no obstante el envio de tropas ao Haiti, que el Partido recomienda revisar inmediatamente, es visiblemente superior ao promedio del gobierno.
Sin embargo, nuestra política externa ha que ser acompañada por una política interna que imponga la derrota a las fuerzas sociales y políticas que expresan, en Brasil, los intereses del imperialismo, del capital financiero y del neoliberalismo.
Entre esas fuerzas ha que señalar en primer lugar, el gran capital financiero. De todas las fuerzas sociales es la principal interesada en el mantenimiento de la política económica adoptada en el gobierno FHC, una vez que es la que tiene más a ganar con el alta del interés, con el inmenso superávit primario y con el pago de la deuda pública. Las ganancias extraordinarias que los bancos han obtenido en los últimos años hablan por si mismo.
En según lugar perfilase el gran capital monopolista industrial, el agronegocio, las grandes empresas dedicadas a la exportación y los concesionarios de los servicios públicos. En distintos grados, esos sectores tiene intereses en el mantenimiento de una política que le de prioridad a la transferencia de recursos públicos hacia el sector privado; que ponga en primer lugar el mercado externo y que privilegie la capacidad de consumo de franjas más restrictas de la población. Para esos sectores, es fundamental mantener lo más aplastado posible la remuneración directa e indirecta de la clase obrera brasileña.
En tercer lugar, tenemos las grandes empresas de comunicación y el latifundio tradicional. Las primeras, por la asociación societaria con otros sectores del gran capital, por depender de préstamos externos o públicos, bien como por actuaren como voceros de los intereses generales de clase dominante. El segundo, por constituir cada vez más una reserva de valor para grandes empresas capitalistas que actúan en otras ramas de actividad, incluso en el agronegocio.
Esas fuerzas sociales se constituyen en la vanguardia del atraso, son las responsables por la brutal desigualdad social existente en nuestro país; son las que financian los partidos políticos conservadores, las que integran el campo de fuerzas sociales que hace décadas obstaculiza las reformas democráticas y populares.
Socialmente minoritarias, su poder se deriva de su control del Estado, de los medios de comunicación, de los grandes medios de producción, del apoyo internacional y das alianzas que hacen con los sectores sociales intermedios cooptados por la visión de mundo das elites.
El Partido dos Trabalhadores tiene como objetivo estratégico construir un otro bloque de fuerzas sociales, constituido alrededor de un programa muy objetivo: la realización de las grandes reformas democráticas y populares, la democratización política del país y la soberanía nacional.
Los obreros del campo y de la ciudad son los grandes interesados en esas medidas. Pero para se construir un bloque social opuesto al dominante, un bloque de fuerzas en torno a un programa democrático y popular y que sea capaz de conquistar el poder, los trabajadores necesitan promover alianzas con los llamados sectores medianos (empresarios urbanos de pequeño y mediano porte, asalariados de alta renta).
Vale decir que algunos de los sectores del mediano y hasta del gran empresariado, en particular aquellos vinculados a la producción de bienes de consumo de masa, pueden ser neutralizados o atraídos tácticamente para una política de combate al capital financiero, aún ese proceso va implicar fuertes contradicciones, por las conexiones que hay entre los distintos sectores del capital.
Tal dibujo estratégico gana más complejidad cuando es traído al terreno de la táctica, de la acción de gobierno, de las coligaciones electorales, de los acuerdos parlamentares. Hay distintas razones para tal complejidad, entre ellas, el hecho de que los partidos abrigan en su interior representantes de distintas clases y no expresan, de manera explícita, los intereses de sus clases sociales.
A lo largo de la mayor parte de su historia, el PT buscó contornear esa dificultad estableciendo criterios bastante nítidos para su política de alianzas partidarias. Al hacerlo, ayudó a explicitar los intereses de los demás partidos que a su vez se vieron forzados a dar mayor nitidez a sus programas e intereses.
Pero, nuestro partido ha de reconocer que desde el inicio del gobierno Lula no ha sabido articular de manera adecuada las alianzas estratégicas, tácticas y los acuerdos puntuales. Tal dificultad deriva, en parte, de la complejidad de la situación política y de la fuerza que la oposición de derecha mantiene en las instituciones estatales, en particular, en el Congreso Nacional.
Se origina también de un equívoco político: la adopción de una política de gobernabilidad de tipo parlamentarista. En otras palabras, el Partido y el gobierno se comportan como si el parlamentarismo hubiera salido victorioso en 1993, hipótesis en que el gabinete ministerial y el programa de gobierno tendrían que corresponder a la mayoría congresual.
En esos casi tres años, tal concepción parlamentarista de gobernabilidad demostró todos sus límites. En primer lugar, hizo al gobierno dependiente de una mayoría de derecha. En según lugar, lo hizo rehén del fisiologismo predominante en los partidos conservadores. En tercer, convirtió el PT y el gobierno en parachoques de las actitudes tomadas por los partidos de las elites. En cuarto, abandonó la táctica tradicionalmente adoptada por la izquierda, cual sea, la movilización popular para presionar el Congreso.
Uno de los resultados de ese equívoco ha sido la derrota sufrida por el PT y por el gobierno en la elección del presidente de la Cámara de Diputados. En la raíz de esa derrota está la ilusión de que partidos tales como PSDB, PFL o PMDB irían cumplir acuerdos institucionales con PT, sin que para eso fuera necesario una intensa presión política y social.
Hoy día, tanto la Cámara de los Diputados cuanto el Senado se encuentran bajo control de la oposición conservadora, e convirtieron el Parlamento en un palco de ataques en contra el PT y en contra el gobierno Lula.
En eso cuadro, agravado por la decisión de la derecha de anticipar el inicio de las elecciones presidenciales de 2006, el PT entiende necesario reemplazar la equivocada concepción parlamentarista de gobernabilidad por la visión tradicional en nuestro Partido: la gobernabilidad conquistada a través de la combinación entre actuación parlamentaria, acción de gobierno, movilización social y presión de la opinión pública.
Evidente que eso tipo de gobernabilidad produce conflictos, pero es la única capaz, hoy día, de hacer frente a la situación creada. Y corresponde también a la política de recomposición del campo democrático y popular.
El movimiento político que llevó a la elección de Lula en 2002 fue ante todo social y tuvo como núcleo la clase obrera de la ciudad y del campo, incorporando aún grandes contingentes de las capas medianas hasta entonteces aviesas a nuestro partido. Aquella coalición de fuerzas veía en el PT y en la candidatura de Lula el compromiso con los cambios en el país. Casi tres años de gobierno afectaron negativamente tal percepción, ya sea por política económica, ya sea por el carácter predominante compensatorio de las políticas sociales, ya sea por el ritmo moroso de las reformas estructurales, o por el tradicionalismo adoptado en la conducción general del gobierno (con excepción de la política externa), sea por hechos de corrupción derivados, en última análisis, de la “necesidad de la gobernabilidad”.
La adopción de una nueva política de gobernabilidad exige que el PT tome en sus manos la coordinación política del gobierno, que no sea para “administrar al por menor de las negociaciones parlamentarias”, sino como una parte de la recomposición del campo democrático y popular. Se trata de establecer una cohesión entre los partidos y las bancadas parlamentares de izquierda, los movimientos sociales, la opinión pública democrática y la acción de gobierno, preparándose a la batalla electoral de 2006.
Las elecciones de 2006 se constituyen en el centro táctico de la lucha política hoy día en curso en el país. Aunque no todas organizaciones políticas y movimientos sociales tengan la conciencia de eso o admitan eso como parte explícita de su táctica.
Cuatro grandes bloques políticos van a disputar las elecciones de 2006: un bloque articulado por el PT; otro PSDB y PFL; un tercero articulado por PPS, PDT y sectores del PMDB; un campo integrado (y disputado) por PSTU y PSOL.
El bloque articulado por el PT tendrá Lula como su candidato a la Presidencia de la República. En eso campo no debe existir tensión entre el objetivo de reeligir el presidente y el objetivo de fortalecer el PT y sus aliados del campo democrático y popular.
La fase final de ese primer mandato, el suceso en la reelección y el desempeño de un segundo mandato va a depender, en primer lugar, del fortalecimiento de una coalición social y política, de carácter democrático y popular. Eso debe ocurrir porque la tendencia es que, salvo algunas pocas excepciones, los partidos de centro y de derecha, que supuestamente integran la base de apoyo en el Congreso, se van apartando del gobierno, ya sea para negociar mejores condiciones de participación en las coligaciones integradas por el PT, ya sea para lanzar sus propios candidatos a la Presidencia de la República. Cuanto más fuerte esté el PT y la candidatura Lula, nacionalmente y en los estados, más fuerte estará el gobierno y menos concesiones tendrá que hacer en un probable segundo turno.
Por eso, como no podría dejar de ser, el PT lanzará candidatos al gobierno y al Senado en la mayoría de los estados brasileños, incluso en aquellos gobernados por PMDB.
El campo articulado por PSDB y PFL todavía no ha definido quien será su candidato a presidente de la República. Su opción dependerá del resultado de su análisis acerca de sus chances electorales en 2006. Si la evaluación es que hay grandes posibilidades de victoria, el candidato será solamente uno, y único a las dos fuerzas. Si, al contrario, las chances de victoria sean reducidas, PSDB y PFL se dedicarán a acumular fuerzas para 2010, incluso, cada uno de los dos partidos podrá lanzar su propio candidato a la Presidencia, concentrándose en las elecciones para gobernadores y en el Congreso Nacional.
El campo articulado por el PDT y PPS y que tiene incidencia en sectores del PMDB, todavía está en formación. Ellos pueden marchar en el primer o segundo turno con una de las candidaturas principales o lanzar su propio candidato a Presidencia. Hoy día, el escenario más probable es que el PMDB presente su propio candidato a Presidencia de la República y va a disputar con PT, en la mayoría de los estados, la elección al Senado.
El campo integrado (e disputado) por PSTU y PSOL tendrá más fuerza en las elecciones de 2006 do que tuvo en 2002. La presencia del PSOL dará más consistencia a eso campo, al mismo tiempo que colocará aquel partido frente a opciones, contradicciones y tensiones electorales ya experimentadas en la trayectoria del PT.
PT debe buscar convertir las elecciones de 2006 en una disputa programática, esfuerzo que se materializa desde ahora en los movimientos, los gobiernos, parlamentos, en el Partido y en el debate político e ideológico. También se materializa en la táctica electoral a ser defendida por nosotros en 2006.
El objetivo central de nuestra táctica para 2006 es el desplazamiento a la izquierda de la correlación de fuerzas del país. Eso se debe traducir en programas electorales de corte democrático y popular; en política de alianzas con los partidos de izquierda o del antiguo campo democrático y popular; en la defensa de candidaturas vinculadas al PT para los gobiernos de estado y Senado; en campañas electorales que busquen ampliar al máximo nuestras bancadas parlamentarias.
En la campaña electoral y desde ahora, el Partido dos Trabalhadores debe tomarse la defensa del gobierno Lula. Lo hará en la condición de Partido del presidente de la República y de la mayoría de los ministros. Lo hará en la condición de integrante de las bases de apoyo del gobierno en el Congreso nacional. Lo hará en la condición de defensor del proyecto histórico que eso gobierno puede ayudar a viabilizar. Lo hará aún, por entender que con todas sus limitaciones, que el Partido mismo ha de reconocer públicamente, eso gobierno tiene realizaciones que pueden y deben ser defendidas.
Tales realizaciones habrán de ser objeto de un balance detallado que el Partido lo hará en inicios de 2006, ya como parte del proceso de elaboración del Programa de Gobierno de 2007-2010. En eso balance, el partido sabrá distinguir los esfuerzos que han sido hechos, en cada área del gobierno, a fin de alcanzar los objetivos programáticos; las limitaciones impuestas por la herencia del gobierno FHC y de sus antecesores; los problemas creados por las restricciones presupuestarias derivadas de las políticas económicas adoptadas hasta 2005 por nuestro gobierno mismo; y sabrá ubicar las contradicciones relacionadas a distintas concepciones de políticas públicas.
El Partido detecta problemas de concepción, por ejemplo, en la defensa de políticas puntuales e compensatorias al contrario de políticas universales, las que siempre han sido defendidas por el PT; en las concesiones hechas al sector privado, a través del llamado ProUni y el proyecto de reforma universitaria; en la PEC y en el anteproyecto de la reforma sindical, cuya tramitación el PT recomienda que sea interrumpida; en la transposición del aguas del Rio São Francisco, criticada técnica y políticamente por la mayoría de los especialistas y movimientos sociales de los estados afectados; en la reforma de la Seguridad de los empleados públicos, que retiró derechos y ya ha demostrado que provocó un enorme e inútil desgaste al gobierno; la defensa y liberación de los transgénicos, en beneficio de unas pocas compañías , y que además compromete el diferencial comercial que el país tiene a ofrecer; en el cambio de comando de EMBRAPA – Empresa Brasileña de Pesquisas Agropecuarias, donde se privilegió el agronegocio en lugar de la agricultura familiar.
Ha que señalar también el caso del Ministerio de las Comunicaciones que, incapaz de implementar una política de democratización, al contrario, se encuentra involucrado en la represión a las emisoras de radios comunitarias. Há que señalar, aún, el Ministerio de la Defensa, donde se hace necesario una actualización en la concepción de defensa nacional, haya vista la condenable iniciativa de constituirse una Brigada de Defensa de la Ley y de la Orden – BDLO (lo que demuestra el intento de otra vez involucrar las Fuerzas Armadas en la represión a los movimientos sociales), bien como la resistencia en liberar las informaciones de los archivos de la dictadura militar (lo que revela la incapacidad de manejar no solo con el pasado, pero especialmente con el futuro).
Al defender el gobierno, empero, el Partido no se confundirá con él. El Partido es, al mismo tiempo, más estrecho y más amplio que el gobierno. Es más estrecho en la medida en que el gobierno hoy día está apoyado en una coalición de centro izquierda e incluso con apoyo de la derecha... Pero es más amplio en la medida que el proyecto del gobierno es limitado por elementos coyunturales, administrativos, legales y de presupuestos. Mientras el PT es defensor de un proyecto histórico de cambios, los cuales no han de estar sometidos a las imposiciones momentáneas de la correlación de fuerzas.
En ese sentido, el Partido debe resguardar su autonomía frente a todo y cualquiera gobierno por él conquistado. Autonomía no es independencia, pues todos sabemos que el destino del Partido está vinculado al destino de las instituciones, estatales o no, que él dirige. Autonomía es solidaridad, pues aunque no se confundiendo con el gobierno, es parte de él. Pero es una solidaridad activa, de aquellos que tienen opinión propia y que siempre que sea necesario, vendrá a público externarla, de manera adecuada.
Tal postura autónoma es necesaria incluso frente a los gobiernos que sean formados únicamente por el PT. Eso vale también en las relaciones con el gobierno federal. En un gobierno de centro izquierda le toca al PT el ser el ala izquierda, presionando desde adentro y desde afuera para que prevalezca la orientación petista. Al no entender eso, el PT se convierte en vocero de las posiciones del gobierno, pierde su identidad y, con eso, gobierno y partido son perdedores.
La urgencia de la hora
Al concluir su 13º Encuentro Nacional, el PT se reafirma heredero y protagonista de grandes luchas del pueblo brasileño por libertades democráticas, por soberanía nacional y por igualdad social. Ha sido con eso propósito que fundamos el PT, ayudamos a construir grandes movimientos y luchas políticas y sociales, disputamos elecciones, ejercemos mandatos legislativos y ejecutivos. E, por primera vez en la historia del Brasil, elegimos el presidente de la República.
El PT apuesta en el éxito del gobierno Lula, en la ruta de los profundos cambios económicos y sociales, políticos y culturales para derrotar la hegemonía todavía dominante del neoliberalismo, a impedir el regreso de las fuerzas que han sido derrotadas en las elecciones de 2002 y que todavía mantienen espacios importantes en nuestro gobierno federal. Para eso, necesitamos tener conciencia de la urgencia de la hora. En 2006 estará en juego no solo el resultado de las elecciones, pero el destino de Brasil y del PT, por lo menos por las próximas décadas.
Ganamos el gobierno con una inmensa representatividad, en el flujo de un sentimiento de deseos por cambios que movilizó todo del país y Lula ha sido depositario de la esperanza del pueblo brasileño. Teníamos y todavía tenemos que elegir caminos. Luchamos por la superación del neoliberalismo. Tal camino es lo que hace posible que nuestro pueblo sea el protagonista del proceso y defensor del gobierno democrático y popular.
La posibilidad de superación de neoliberalismo viene sendo reforzada por los acontecimientos en América Latina. Desde 1997, distintos gobiernos neoliberales han sido derrocados por la fuerza de las movilizaciones populares – en Ecuador, Bolivia y Argentina. El 1998 la elección de Hugo Chávez en Venezuela dio partida a una secuencia de victorias electorales a candidaturas que cuestionaban (aunque en grados diferenciados) la agenda neoliberal y la política imperial norteamericana. La más reciente ha sido la victoria de Tabaré Vásquez, en Uruguay. El hecho de esos procesos sostener vínculos con el proceso cubano es fundamental. La victoria de fuerzas de izquierda o progresistas es una señal de la crisis de los proyectos neoliberales. Se pasó de un período, típico de los años 90, en que los gobiernos de América Latina disputaban la primacía de las relaciones con Estados Unidos, a otro en que el proyecto ALCA vive un dilema y se abren amplias posibilidades de avances en el proyecto MERCOSUR, extendido a toda América do Sur. Los cambios políticos en América Latina abrieron la posibilidad de transición entre una fase marcada por el dominio incontestable del neoliberalismo y la construcción de otro escenario, en el cual el neoliberalismo sea superado como paradigma.
Queremos ganar las elecciones de 2006, y eso significa más que reelegir el presidente de la República. Queremos que tal victoria sea fruto no del miedo del regreso de la derecha, pero si de la esperanza y del apoyo popular. En todas las elecciones que ha concurrido, el nuestro Partido siempre combinó las propuestas inmediatas con sus proyectos de mediano y largo plazo. En la década pasada hasta las la elección presidencial eso se tradujo en la contraposición entre el programa democrático y popular y el programa neoliberal. En las elecciones del 2004, esa contraposición perdió fuerza, y con eso nos quedamos en la defensiva frente a la oposición de centro derecha.
Hay que sacar lecciones de los hechos de 2003 y 2004, en particular, aquellas explicitadas por el resultado de las elecciones municipales. Son enseñanzas a respecto de la importancia decisiva de la militancia partidaria, a respecto de la necesidad de reconstruir las nuestras relaciones con los movimientos sociales y colaborar en la reconstrucción de esos mis movimientos.
Necesitamos sacar lecciones aun de la estrategia adoptada por la oposición de centro derecha y el gran capital a lo largo de 2003 y 2004. A pesar de las ilusiones expresadas incluso por sectores del partido – se llegó a hablar en acercamiento, fusión e identidades entre petistas y tucanos – no hay como negarse: el PSDB se reafirmó en 2004 como centro político organizador de nueva derecha brasileña, capaz de articular y suministrar un discurso y una táctica comunes a la oposición existente en el Poder Judicial, en los gobiernos estatales, en el gran empresariado y en los medios de comunicación.
La más grande herencia maldita recibida de ocho años de gobierno federal bajo el liderazgo del PSDB es el poder desmedido y la política implementada por el Ministerio de la Hacienda y el Banco Central. Las altas tasas de interés, los indefensables superávit primarios récordes, el sometimiento al capital financiero y a los llamados mercados asfixian la nación brasileña. En ese sentido, el PT no acepta el intento de institucionalizar la inmensa autonomía de que ya dispone el Banco Central. Todo al contrario, se trata de subordinar el Banco Central, de forma democrática y republicana, al desarrollo con distribución de renta y soberanía.
Ha que señalar aún las privatizaciones realizadas por el gobierno Fernando Henrique Cardoso las cuales desarticularon profundamente los mecanismos de intervención estatal en la economía.
Para revertir tal herencia necesitamos retomar el diálogo del gobierno con los movimientos sociales, en la perspectiva de atenderles a sus más sentidas y justas demandas, necesitamos también de agresividad política que solo es posible cuando somos capaces de de motivar, involucrar, conmover los millones de brasileños y brasileñas que veían y quieren seguir vendo en el PT un instrumento para los cambios sociales. Eso requiere organizar y movilizar las mayorías por reformas democráticas y populares. Accionar la militancia partidaria, convocándola a un rol activo en la lucha por cambios que el PT siempre defendió a lo largo de sus veinte y cinco años de historia. Es retomar la defensa del socialismo como objetivo estratégico y el programa democrático y popular como referencia esencial. Es preparar nuestro partido para superar el electoralismo y para enfrentar las resistencias conservadoras generada por una efectiva política de cambios. Estar en la ofensiva es politizar el proceso, explicándole a la sociedad que no hay cambios sin conflicto de intereses y quien ha de ganar son los eternos explorados y excluidos
Al PT no interesa obstaculizar el debate. La discusión franca y abierta de todas las divergencias es esencial, pues solo así podrá construirse la fuerza y la unidad necesaria a imponer la derrota a la oposición de derecha. Solo con el debate se podrá también construir un programa capaz de abarcar los compromisos de cambios que motivaron el pueblo brasileño, eligieron Lula en 2002 y podrá reeligirnos en 2006.
Eso es el camino para derrotar la oposición de derecha, comandada por el PSDB, y que dedicará los próximos dos años a uno solo objetivo: articular un bloque político electoral, apoyados por el poder económico y los grandes medios de comunicación, que sea capaz de derrotarnos en las próximas elecciones presidenciales.
Al concluir su 13º Encuentro Nacional, el PT reafirma su historia y sus compromisos. Aprueba medidas para revitalizar su democracia interna, por medio de los instrumentos legítimos de participación de la base en la vida partidaria. Aparta cualquiera subordinación del Partido al gobierno y al Estado, y reafirma su vinculación a la clase social que le da su nombre. No confundimos ni confundiremos la cúpula partidaria, los gobiernos, los parlamentarios con la esencia del Partido, la cual reside en la militancia popular, sindical, estudiantil y en sus compromisos con la emancipación de la clase obrera.
Nosotros queremos un partido militante, presente en las luchas de los oprimidos y de los explotados. Un partido vivo, vinculado a los anhelos de la clase obrera; pero no un partido estatal, acomodado en máquinas administrativas. Reavivamos nuestros compromisos históricos y programáticos con la superación de la dependencia externa, con distribución de renta y de la riqueza, con elevación de conciencia política de nuestro pueblo, con el rechazo a prácticas partidarias manipuladoras y corrompidas, de las cuales sien nos distinguimos.
Es con esta postura que el nuestro partido seguirá trillando el camino que más temprano o más tarde, convertirá el Brasil en un país socialista.