Um amigo me enviou a “Carta
abierta a dos jóvenes indígenas ecuatorianos”, assinada por Boaventura de Sousa
Santos.
Datada de 13 de março de 2021, a
carta de Boaventura está reproduzida ao final deste texto e também pode ser acessada no seguinte
endereço:
https://blogs.publico.es/espejos-extranos/2021/03/13/carta-abierta-a-dos-jovenes-indigenas-ecuatorianos/
Em sua "Carta", Boaventura diz estar “perplexo”
com a “controversia internacional suscitada entre varias familias de izquierda”
acerca das eleições presidenciais no Equador.
Nas preliminares da carta, Boaventura
apresenta Andrés Arauz como “un cierto regreso al correísmo”, Guillermo Lasso
como “representante de la derecha oligárquica” e Yaku Pérez como “indígena,
candidato del movimiento Pachakutik”.
Boaventura
afirma que “inicialmente Yaku Pérez no había sido el candidato elegido por los
pueblos y las nacionalidades indígenas, sino por el movimiento Pachakutik.
Pachakutik nació como brazo político de la CONAIE (Confederación de
Nacionalidades Indígenas de Ecuador), pero su posterior trayectoria política,
especialmente su alineamiento en los últimos años con el gobierno de derecha
neoliberal de Lenín Moreno, creó algunas tensiones entre el movimiento indígena”.
No segundo turno (onde confrontam-se
um “correista” e alguém da “direita oligárquica”) Boaventura afirmar ser “particularmente
intrigante” o “silêncio” de determinados “jóvenes líderes indígenas” que ele considera importantes aliados; e a eles
dirigiu uma consulta.
Ao final desta consulta,
Boaventura chegou a conclusão de não está “en condiciones para aconsejaros
sobre las mejores decisiones concretas en el conflicto en curso”.
E acrescenta:
“Sé que os decepciono; con toda legitimidad podéis decir que os he hecho perder
vuestro precioso tiempo. Por eso, quiero explicaros las razones de mi decisión.
Expresaré mis razones en forma de perplejidades”.
A essa altura, já posso confessar que “perplexo” fiquei eu, com a "perplexidade" de Boaventura.
O que mais alguém de esquerda poderia
fazer no segundo turno das eleições do Equador, salvo orientar o voto em
Arauz contra Lasso?
Pode ser um voto crítico.
Pode ser um voto acompanhado da
decisão de fazer oposição a quem quer que vença.
Mas não se
julgar em “condições” de aconselhar o voto em Arauz é uma posição que a mim
surpreende.
Até porque toda a argumentação de Boaventura vai no sentido de apoiar Arauz.
Boaventura diz que “me
deja atónito el hecho de que muchos de los que han firmado declaraciones contra
el candidato Arauz también firmaron declaraciones contra Evo Morales, del mismo
modo que negaron la existencia de un golpe de Estado en Bolivia, lo que también
ocurrió con el propio Yaku Pérez”.
Boaventura também denuncia as
manobras feitas pela Colômbia, tentando envolver Arauz com o Ejército de
Liberación Nacional (ELN), como parte de “una típica maniobra de gestación de
un golpe”.
Boaventura constata que “el debate
ecuatoriano está protagonizado por intelectuales y activistas de izquierda,
entre los cuales destacan las corrientes feministas y ecologistas. En él han
intervenido colegas, amigos y amigas a los que admiro mucho y con quienes he
trabajado a lo largo de los años. Si Arauz es de izquierda, al menos en
comparación con Lasso, sería de esperar que las energías se canalizaran para
derrotar al candidato de la derecha y que el movimiento indígena se involucrara
a fondo en eso. No es esto lo que está ocurriendo. En el momento en que os
escribo, la asamblea de una de las organizaciones de la CONAIE decidió
recomendar el voto nulo en la segunda vuelta de las elecciones. Hay que
analizar las razones de la neutralidad entre un candidato de izquierda (quizás
equivocada, pero izquierda de todas maneras) y un candidato de derecha banquero
y miembro del Opus Dei”.
Neste ponto de sua carta,
Boaventura faz uma digressão sobre o que é “esquerda”, que o leva a debater o “neoextractivismo”,
a “polarización entre estatismo y movimientismo” e a “transformación muy
repentina de los parámetros de la polarización política”.
Boaventura
reconhece que “la concepción movimientista corrió el riesgo de conducir a la
despolitización de los movimientos sociales, un riesgo tanto mayor cuanto más
evidente era el apoyo recibido de organizaciones no gubernamentales,
financiadas por el Norte Global, en su mayoría destinadas a evitar que los
movimientos sociales se conviertan en movimientos políticos”.
Depois passa a fazer uma crítica
ao “centralismo y el tecnocratismo de Rafael Correa”, contraposto a uma simultânea
“nueva creatividad de las fuerzas de izquierda”: “Sin saber muy bien cuál sería
el fin último de sus luchas, las nuevas izquierdas parecían, sin embargo, dar
por sentado que tendrían que basarse en amplios procesos de participación
democrática, en el reconocimiento de la diversidad étnico-cultural y de los
derechos de la naturaleza, en la refundación plurinacional del Estado, en la
lucha anticolonialista y antipatriarcal. La lucha anticapitalista que exigía,
como mínimo, una mejor redistribución social se articulaba ahora con la lucha
contra el colonialismo (contra el racismo, la discriminación étnico-racial, la
concentración de tierras, la expulsión de pueblos indígenas y campesinos, la
xenofobia, la monocultura del saber científico) y contra el patriarcado (contra
la dominación heterosexual, la violencia doméstica y el feminicidio)”.
Segundo Boaventura, “ante la
discrepancia entre el gobierno de Correa y las transformaciones de las fuerzas
de izquierda y del movimiento indígena, las frustraciones se acumularon. Y,
como podemos ver, todavía están muy vivas”.
Ao mesmo tempo, Boaventura
reconhece que “si Correa hubiese sido solamente y para todos los ecuatorianos
lo que describí anteriormente, ¿sería imaginable que el candidato que reclama
su herencia hubiera sido el más votado? Obviamente no. Es que el Gobierno de
Correa tuvo muchas otras dimensiones que, si bien pueden ser desvalorizadas por
ciertos sectores de la población, fueron muy importantes para otros”.
(No meio deste reconhecimento das qualidades positivas do que ele chama de "correísmo", aparece uma frase que me
chamou a atenção: Correia “se afirmó como un líder nacionalista, defensor de la
soberanía ecuatoriana contra el imperialismo estadounidense (recuerdo el
impacto del cierre de la base de Manta en 2009), aunque, con el correr de los
años, tuvo que caer bajo otra influencia extranjera, la de China”.)
Depois de apresentar o que ele chama de “perplexidades”, Boaventura se pergunta: “¿Por qué
ahora, que la derecha oligárquica vuelve a tener a su candidato en la segunda
vuelta de las elecciones, algunas fuerzas de izquierda y sectores del
movimiento indígena defienden el voto nulo en la segunda vuelta de las
elecciones? Para analizar esta coyuntura os propongo la siguiente hipótesis de
trabajo: Ecuador es hoy quizás el país del subcontinente donde la divergencia
entre la redistribución económico-social y el reconocimiento étnico-social es
más pronunciada y donde dispone de menos puentes para superarlo”.
Boaventura aponta corretamente que
a luta por uma “sociedad anticapitalista, anticolonialista, antipatriarcal,
ecologista, feminista, plurinacional, radicalmente democrática, autodeterminada”
é uma luta “inminentemente política. Las banderas aparentemente apolíticas de
las ONG no tienen otra finalidad que desarmar el movimiento popular. Es por eso
que están fuertemente financiadas por los países del Norte Global. Entiendo que
muchos de ustedes, frustrados con la política formal, prefieren canalizar su
activismo fuera del sistema político de partidos. Pero en la medida en que lo
consideren importante, es bueno saber lo que está en juego. Incluso siendo la
lucha concebida como política, no es fácil organizarla. Sabemos que no podemos
confiar en las instituciones, pero tampoco podemos vivir sin ellas. Tendremos
que luchar con un pie en las instituciones y el otro fuera. Tendremos que
luchar dentro del Estado, contra el Estado y fuera del Estado con diferentes
formas de organizar las luchas, algunas de las cuales ni siquiera se han intentado
todavia”.
Boaventura diz, também, que nesta
luta os nossos aliados não estarão “entre las fuerzas de derecha. E agrega: "por
supuesto, todo será más fácil si Arauz se manifiesta claramente en sintonía con
la transición y no con el regreso al passado”.
Diz também que no “reciente
debate ecuatoriano, una de las ausencias más ruidosas ha sido el factor de la
intervención extranjera. Algunos de los participantes en el debate están tan
dominados por el odio y el resentimiento hacia Correa que ven su fantasma por
todas partes y consideran que su injerencia es siempre avasalladora. ¿Será que
así no ven o esconden otro fantasma mucho más presente?”
E agrega: “Arauz ofrece muchas
menos garantías de alineamiento antichino que Lasso o Pérez. ¿Estará ahí la
benevolencia con la que Estados Unidos y la OEA miran a los candidatos
anticorreístas?”
Depois de ler tudo isto, simplesmente não
consigo entender o que vem a seguir, a saber, as linhas com que Boaventura
encerra sua carta.
Reproduzo na íntegra:
“Querida amiga, querido amigo: Mis perplejidades no terminan
aquí, pero son suficientes para intentar justificar por qué no intervengo más
asertivamente en el debate que estáis teniendo en Ecuador. Mi deseo es que
seáis vosotros, los ecuatorianos y sobre todo los más jóvenes, quienes decidáis
las cuestiones que están abiertas, para las cuales, además, no hay soluciones
inequívocas a la vista. Lo importante es que lo hagáis con una reflexión
profunda sobre los conflictos que atraviesan vuestro país y sin injerencia
externa, ya sea de intelectuales-activistas internacionalistas bien
intencionados, como yo, pero que, como yo, están siempre sujetos a cometer
errores; y también sin la injerencia de países extranjeros, ya sean Estados
Unidos, países europeos, países de América Latina o China. Una cosa es cierta:
lo que decidáis tendrá consecuencias importantes, positivas o negativas, para
el futuro del resto del mundo, que se ve afectado por estas polarizaciones. No
se está impunemente en el centro del mundo”.
Cada um decide onde e como quer intervir "más assertivamente".
E talvez a opção por apresentar os seus argumentos sob o título comum de “perplexidades” e dizer que não estaria “en condiciones para
aconsejaros sobre las mejores decisiones concretas en el conflicto en curso” possa ser um recurso retórico para, ao mesmo tempo, não “romper pontes” com seus
aliados e buscar conduzí-los de maneira suave para uma posição correta.
Mas o fato é que todos os argumentos de
Boaventura conduzem a indicar o voto em Arauz.
E todos os argumentos conduzem, também, à necessidade de intervir “más asertivamente en el debate" em curso no Equador.
Entre outros motivos, porque não se trata de um “debate” apenas.
Ademais, da mesma forma que Boaventura lembra a seus amigos que não se pode estar "impunemente en el centro del mundo”, também vale lembrar que não se pode ser impunemente um "intelectual ativista internacionalista bem intencionado".
ABAIXO SEGUE O TEXTO CRITICADO
ESPEJOS EXTRAÑOS
Carta abierta a dos jóvenes
indígenas ecuatorianos
BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS
Querida amiga, querido amigo:
Os agradezco todo el tiempo que
habéis dedicado a conversar conmigo durante las últimas semanas sobre el
proceso electoral en curso en vuestro país. Como os dije, quedé perplejo por
toda la controversia internacional suscitada entre varias familias de izquierda
sobre vuestro actual proceso electoral. Recapitulando: parece ser una astucia
de la razón que el proceso político de Ecuador, un país situado en el centro
del mundo, como su propio nombre indica, se haya convertido en las últimas
semanas en el campo de una feroz disputa entre intelectuales y activistas de
izquierda, oriundos no solo de Ecuador, sino también de otros países de América
Latina, así como de Europa, de Estados Unidos, de Sudáfrica y de la India. El
motivo de la disputa es el proceso de las elecciones presidenciales que se está
llevando a cabo. En la primera vuelta ganó, sin mayoría absoluta, Andrés Arauz,
que representa un cierto regreso al correísmo (designación dada al gobierno de
Rafael Correa entre 2007 y 2017); en segunda posición (tras algún recuento de
votos) quedó Guillermo Lasso, representante de la derecha oligárquica. En
tercer lugar, quedó Yaku Pérez, indígena, candidato del movimiento Pachakutik.
El conflicto se centró inicialmente en un posible intento de fraude electoral
que habría arrebatado a Pérez el segundo lugar. Este conflicto
jurídico-electoral era, de hecho, una metamorfosis del conflicto que se había
librado antes para evitar que Andrés Arauz fuera candidato debido a sus
vínculos con Rafael Correa. Además, es bueno recordar que las estrategias
típicas de la lawfare (guerra jurídica) habían impedido a Correa postularse
como vicepresidente de Arauz.
Resuelto (aparentemente) este
conflicto, la disputa se orientó a decidir a qué candidato apoyar en la segunda
vuelta. La controversia cruzó repentinamente las fronteras del país y derivó en
un extremismo de insultos y contrainsultos, peticiones de censura y
contracensura, que me sorprendió y dejó perplejo. Fue por eso que me puse en
contacto con vosotros en el transcurso de estas semanas. Después de todo, una
vez más y como siempre en Ecuador, los pueblos indígenas eran protagonistas de
los cambios políticos, pero las voces del debate, tanto en Ecuador como en el
extranjero, no eran indígenas en su abrumadora mayoría. Del movimiento indígena
solo se sabía que estaba dividido, ya que inicialmente Yaku Pérez no había sido
el candidato elegido por los pueblos y las nacionalidades indígenas, sino por
el movimiento Pachakutik. Pachakutik nació como brazo político de la CONAIE
(Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador), pero su posterior
trayectoria política, especialmente su alineamiento en los últimos años con el
gobierno de derecha neoliberal de Lenín Moreno, creó algunas tensiones entre el
movimiento indígena. El silencio fue particularmente intrigante en el caso de
los jóvenes líderes indígenas que, además, en el pasado tuvieron algunas
divergencias con los líderes indígenas y también con el Gobierno, situación que
seguí de cerca, como sabéis. Cuando el 15 de agosto de 2014 presidí la Sala
Especial para el Yasuní del Tribunal Ético de los Derechos de la Naturaleza,
presidido por mi amiga Vandana Shiva, los mejores aliados del tribunal, además
de los pueblos indígenas, fuisteis vosotros.
Por todas estas razones decidí
consultaros. Hoy me dirijo a vosotros para deciros que he llegado a la
conclusión de que no estoy en condiciones para aconsejaros sobre las mejores
decisiones concretas en el conflicto en curso. Sé que os decepciono; con toda
legitimidad podéis decir que os he hecho perder vuestro precioso tiempo. Por
eso, quiero explicaros las razones de mi decisión. Expresaré mis razones en
forma de perplejidades.
¿La democracia está primero? Uno
de los aprendizajes de las izquierdas en las últimas décadas, tanto en América
Latina como en otras regiones del mundo, es que son las fuerzas de izquierda
las que defienden firmemente la democracia liberal, incluso reconociendo todos
sus límites y apostando siempre, a partir de ella, por radicalizar la
democracia, es decir, transformar relaciones de poder en relaciones de
autoridad compartida. La experiencia nos dice que la derecha no sirve a la
democracia, sino que se sirve de ella cuando le conviene y la descarta cuando
no le conviene. Recuerdo bien que, cuando el 30 de septiembre de 2010 las
fuerzas policiales intentaron un golpe de Estado contra Rafael Correa, mi amigo
Alberto Acosta pasó por mi hotel y corrimos a la sede de la CONAIE, donde
pasamos todo el día. En ese momento, ya había quejas justas del movimiento
indígena contra Correa, pero entonces el objetivo no era defender a Correa,
sino la democracia que representaba.
De ser así, una vez comprobado que
no hubo fraude electoral en estas elecciones de 2021, la disputa política
debería centrarse en los programas políticos de cada candidato. ¿Por qué el
debate sigue centrándose en la integridad de los candidatos y no en sus
programas? Hay que tener en cuenta que, en varios países del continente, la
derecha neoliberal, al no tener otro programa político más allá de las recetas
neoliberales, viene jugando el argumento de la moralidad contra los candidatos
de izquierda, acusándolos de corrupción. Además, cabe recordar dos hechos
perturbadores. El primero es que ha estado en marcha en Ecuador una auténtica
lawfare contra Rafael Correa por presuntos delitos cometidos, lo que parece no
tener otro propósito que neutralizarlo políticamente. Esta guerra procuraba alcanzar
al candidato que reivindicaba la herencia de Correa, Andrés Arauz. Semejante
neutralización política ocurrió antes contra Manuel Zelaya (Honduras), Cristina
Kirchner (Argentina), Fernando Lugo (Paraguay), Lula da Silva y Dilma Rousseff
(Brasil) y Evo Morales (Bolivia). En todos estos casos, la injerencia de
Estados Unidos fue evidente. Me deja atónito el hecho de que muchos de los que
han firmado declaraciones contra el candidato Arauz también firmaron
declaraciones contra Evo Morales, del mismo modo que negaron la existencia de
un golpe de Estado en Bolivia, lo que también ocurrió con el propio Yaku Pérez.
El segundo hecho inquietante es
que, en el momento de redactar esta carta, no se descarta un último intento de
anular las elecciones o apartar al candidato más votado. Fue esta sospecha la
que llevó al Secretario General de la ONU a hacer recientemente una declaración
en el sentido de hacer todo lo posible a fin de mantener la segunda vuelta de
las elecciones en la fecha programada. Hace unas semanas, el Fiscal General de
Colombia viajó expresamente a Quito para entregar "las pruebas" de
que Arauz había recibido dinero de la organización guerrillera colombiana
Ejército de Liberación Nacional (ELN) para financiar su campaña. Los desmentidos
inmediatos de Arauz y del propio ELN, así como la notoria inverosimilitud de
este hecho, no impidieron que "las investigaciones" comenzaran.
Sabemos que Colombia es hoy un país satélite de Estados Unidos y que el
secretario de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, un
personaje siniestro que urdió el golpe de Estado en Bolivia, se reunió en
Washington con el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, quien ha dejado claro
que su candidato favorito es Lasso y, en segundo lugar, Pérez. Me parece que podríamos
estar ante una típica maniobra de gestación de un golpe. La ley ecuatoriana es
clara: los candidatos gozan de inmunidad y las leyes electorales no pueden
cambiarse durante el periodo electoral. Sin embargo, como hemos visto en
Brasil, no sabemos hasta dónde puede llegar la furia persecutoria de la
lawfare.
¿La izquierda está primero? El
debate ecuatoriano está protagonizado por intelectuales y activistas de
izquierda, entre los cuales destacan las corrientes feministas y ecologistas.
En él han intervenido colegas, amigos y amigas a los que admiro mucho y con
quienes he trabajado a lo largo de los años. Si Arauz es de izquierda, al menos
en comparación con Lasso, sería de esperar que las energías se canalizaran para
derrotar al candidato de la derecha y que el movimiento indígena se involucrara
a fondo en eso. No es esto lo que está ocurriendo. En el momento en que os
escribo, la asamblea de una de las organizaciones de la CONAIE decidió
recomendar el voto nulo en la segunda vuelta de las elecciones. Hay que
analizar las razones de la neutralidad entre un candidato de izquierda (quizás
equivocada, pero izquierda de todas maneras) y un candidato de derecha banquero
y miembro del Opus Dei. Debéis analizar las razones, y sobre todo, estar
atentos a los posibles planes para impedir que el proceso electoral siga su
curso. ¿Se estará preparando el próximo capítulo de la lawfare? ¿Acaso están en
juego en Ecuador los dolores de parto del nacimiento de una nueva izquierda,
una izquierda verdaderamente propia del siglo XXI? Hasta donde yo sé, los
partos siempre son dolorosos. De ahí las dos siguientes perplejidades.
¿Qué es la izquierda? Durante
mucho tiempo, la izquierda fue concebida como el conjunto de teorías y
prácticas políticas transformadoras que, durante los últimos ciento cincuenta
años, resistieron a la expansión del capitalismo y al tipo de relaciones
económicas, sociales, políticas y culturales que este genera, y que así han
procedido en la creencia de la posibilidad de un futuro poscapitalista, de una
sociedad alternativa, más justa, porque está orientada a satisfacer las
necesidades reales de las poblaciones, y más libre, porque está centrada en la
realización de las condiciones para el ejercicio efectivo de la libertad. Por
muchas razones que no puedo detallar en esta carta, esta concepción ha sido
objeto de mucha discusión. Las principales características de esta discusión
fueron las siguientes. Un mayor conocimiento entre los movimientos populares en
el mundo permitió ver que las divisiones políticas en muchos países no se
expresan a través de la dicotomía izquierda/derecha. Incluso en aquellos países
donde la dicotomía está en vigor, se ha generado un gran debate sobre el
significado de cada uno de los términos. Por ejemplo, las luchas sociales y políticas
contra la injusticia han ampliado enormemente las dimensiones de la injusticia
y, por tanto, de la dominación. A la injusticia económica y social se han
añadido la injusticia étnico-racial, la injusticia sexual, la injusticia
histórica, la injusticia lingüística, la injusticia epistémica y otras
injusticias basadas en la discapacidad, la casta, la religión, etc. Esta
expansión planteó nuevas cuestiones, por ejemplo, la de la jerarquía entre las
injusticias y, en consecuencia, de las luchas contra ellas. Se prestó nueva
atención a los diferentes contextos específicos en los que se llevan a cabo las
luchas y se hizo necesario distinguir entre luchas importantes y luchas
urgentes. Fue posible, por ejemplo, defender que las tres principales formas de
dominación producidas por la modernidad eurocéntrica son el capitalismo, el
colonialismo (que apenas cambió de forma a pesar de los procesos de
independencia política de las colonias) y el patriarcado.
No obstante, en el continente
latinoamericano los debates también adquirieron otras dimensiones
particularmente importantes. Distingo tres principales. La primera fue el
cuestionamiento de la dicotomía izquierda/derecha en vista de los modelos de
desarrollo económico y social adoptados por gobiernos de izquierda durante la
primera década del siglo. La polarización pasó a ser entre los partidarios y
los opositores del neoextractivismo (redistribución social basada en la
explotación sin precedentes de los recursos naturales, con la consiguiente
expulsión de los pueblos indígenas y campesinos, la degradación ecológica y el
abandono de la discriminación étnico-cultural, étnico-racial y
sexual/heterosexual). Incluso se inventó un nuevo término,
"progresismo", para caracterizar a los gobiernos que, aunque se
decían de izquierda, no lo eran en opinión de los opositores al
neoextractivismo.
La segunda dimensión fue la
polarización entre estatismo y movimientismo. La tradición de las fuerzas
políticas de izquierda en el subcontinente (como en gran parte del mundo)
defendió casi siempre la necesidad de controlar el Estado para, a partir de él,
llevar a cabo la deseada transformación social. Las frustraciones con la
experiencia histórica (de las que el estalinismo es el ejemplo extremo)
empeoraron a principios del siglo XXI con los proyectos de desarrollismo
neoextractivista en el continente latinoamericano. Estos proyectos fueron
protagonizados por el Estado, casi siempre en articulación con el capitalismo
neoliberal global, un aspecto que los opositores al neoextractivismo vieron
como la continuidad de la explotación colonial. De ahí que hayan ganado peso
concepciones como las de "transformar el mundo sin tomar el poder"
(una expresión mal entendida de John Holloway), que comenzaron a centrar las
propuestas de izquierda en la lucha por una nueva hegemonía (la de los derechos
de la naturaleza) y en la valoración de los proyectos comunitarios basados en
las ideas de autodeterminación y de plurinacionalidad. Si la concepción
estatista exageró el poder transformador del Estado cuya matriz es, al fin y al
cabo, capitalista colonialista, patriarcal y monocultural, la concepción
movimientista corrió el riesgo de conducir a la despolitización de los
movimientos sociales, un riesgo tanto mayor cuanto más evidente era el apoyo
recibido de organizaciones no gubernamentales, financiadas por el Norte Global,
en su mayoría destinadas a evitar que los movimientos sociales se conviertan en
movimientos políticos.
La tercera dimensión
característica del subcontinente, aunque no exclusiva de él, es la
transformación muy repentina de los parámetros de la polarización política.
Frente al revanchismo agresivo, a veces golpista, de los gobiernos de derecha
que sucedieron a los gobiernos progresistas, la principal polarización pasó a
ser entre democracia y dictadura. Y ante la coyuntura particularmente dramática
y dolorosa derivada de la forma incompetente e incluso criminal con la que los
gobiernos de derecha han enfrentado la crisis de salud, la principal
polarización pasó a ser entre política de vida y política de muerte. Esta
última mutación está particularmente presente en Brasil y en Ecuador.
Los debates dentro de las fuerzas
de izquierda están abiertos. Por un lado, dieron visibilidad y potencia
política a luchas sociales muy diversas. Por otro lado, crearon nuevas
divergencias que han resultado difíciles de conciliar. Mientras no se supere
esta dificultad, las luchas de izquierda, en lugar de articularse, se
fragmentan aún más; en lugar de fortalecerse, se debilitan aún más. Dos
dificultades resultan particularmente paralizantes: las divergencias sobre el
papel del Estado y de las luchas institucionales; y las divergencias sobre la
jerarquía entre los motores de las luchas (¿clases sociales o identidades
étnico-raciales o sexuales?) y entre objetivos sociales de las luchas
(¿redistribución social o reconocimiento de la diversidad?). Detrás de estas
dificultades está la mega-dificultad creada por la divergencia entre
desarrollismo/extractivismo y buen vivir/derechos de la naturaleza.
De todos estos debates, quizás la
única conclusión segura, por ahora, es que las fuerzas de izquierda saben mejor
lo que no quieren que lo que quieren. Durante mucho tiempo sufrieron la
pandemia política (que precedió a la del coronavirus) y que se instaló en el mundo
después de la década de los 80, de que no hay alternativa al capitalismo y de
que, por eso, llegamos al fin de la historia. Curiosamente, las señales de que
las fuerzas de izquierda pueden sentirse inmunizadas contra el virus del
neoliberalismo surgieron inicialmente con especial fuerza en Ecuador. Veamos.
El debate ecuatoriano es muy
dependiente de la erosión del imaginario de izquierda provocada por el
centralismo y el tecnocratismo de Rafael Correa. Más que cualquier otro líder
político de izquierda de la primera década del 2000, Correa concibió a la
izquierda como un proyecto soberanista, impuesto desde arriba, centralista,
monocultural, antiimperialista, centrado en la redistribución social pero
conservador en cuanto a los derechos reproductivos de las mujeres y hostil al
diálogo constructivo con la sociedad civil organizada. Este período coincidió
con la época en que surgió una nueva creatividad de las fuerzas de izquierda.
Esta circunstancia se debió a varios factores, entre los que distingo el fin del
bloque soviético y el surgimiento de nuevos sujetos políticos, principalmente
mujeres, pueblos indígenas, campesinos, movimientos ecologistas, el Foro Social
Mundial. Esta transformación animó nuevamente la idea de las alternativas. Esta
idea salió fuertemente reforzada de las Constituciones Políticas de Ecuador
(2008) y de Bolivia (2009), Constituciones que apuntaban a la refundación
plurinacional del Estado y a alternativas al desarrollo capitalista basadas en
las filosofías y prácticas de los pueblos indígenas. Sin saber muy bien cuál
sería el fin último de sus luchas, las nuevas izquierdas parecían, sin embargo,
dar por sentado que tendrían que basarse en amplios procesos de participación
democrática, en el reconocimiento de la diversidad étnico-cultural y de los
derechos de la naturaleza, en la refundación plurinacional del Estado, en la
lucha anticolonialista y antipatriarcal. La lucha anticapitalista que exigía,
como mínimo, una mejor redistribución social se articulaba ahora con la lucha
contra el colonialismo (contra el racismo, la discriminación étnico-racial, la
concentración de tierras, la expulsión de pueblos indígenas y campesinos, la
xenofobia, la monocultura del saber científico) y contra el patriarcado (contra
la dominación heterosexual, la violencia doméstica y el feminicidio).
Ante la discrepancia entre el
gobierno de Correa y las transformaciones de las fuerzas de izquierda y del
movimiento indígena, las frustraciones se acumularon. Y, como podemos ver,
todavía están muy vivas. De ahí la siguiente perplejidad.
¿Quién es finalmente Rafael
Correa? Si Correa hubiese sido solamente y para todos los ecuatorianos lo que
describí anteriormente, ¿sería imaginable que el candidato que reclama su
herencia hubiera sido el más votado? Obviamente no. Es que el Gobierno de
Correa tuvo muchas otras dimensiones que, si bien pueden ser desvalorizadas por
ciertos sectores de la población, fueron muy importantes para otros. Correa
garantizó la estabilidad política durante diez años, lo que no es poca cosa en
un país donde en los diez años anteriores hubo siete presidentes. Fue el
creador de renombre internacional de la auditoría de la deuda externa de
Ecuador, lo que permitió una reducción significativa de la deuda. Privilegió la
redistribución social y los beneficios sociales llegaron a muchos que nunca
habían tenido condiciones mínimas para vivir con dignidad. La pobreza bajó del
36,7% en 2006 al 22,5% en 2016 y las desigualdades medidas por el coeficiente
de Gini disminuyeron y hubo un aumento de las clases medias. Estableció la
gratuidad de la educación pública en todos los niveles y mejoró los salarios
del personal docente. Construyó muchas infraestructuras básicas de las que
carecía el país. Se afirmó como un líder nacionalista, defensor de la soberanía
ecuatoriana contra el imperialismo estadounidense (recuerdo el impacto del
cierre de la base de Manta en 2009), aunque, con el correr de los años, tuvo
que caer bajo otra influencia extranjera, la de China.
Y lo cierto es que, a pesar de
toda la contestación social, Correa logró elegir a su sucesor, su
vicepresidente, Lenín Moreno, quien poco después se rendiría ante la más
mediocre servidumbre al FMI y a los intereses geoestratégicos de Estados Unidos
en la región, volviéndose cómplice de la política persecución contra Rafael
Correa. Esto significa que lo menos que puede decirse es que el país que dejó
Correa al finalizar sus mandatos era una sociedad más justa, al menos en
algunos aspectos, que el país gobernado por sucesivas oleadas de derecha
controladas por las élites oligárquicas. ¿Por qué ahora, que la derecha
oligárquica vuelve a tener a su candidato en la segunda vuelta de las
elecciones, algunas fuerzas de izquierda y sectores del movimiento indígena
defienden el voto nulo en la segunda vuelta de las elecciones? Para analizar
esta coyuntura os propongo la siguiente hipótesis de trabajo: Ecuador es hoy
quizás el país del subcontinente donde la divergencia entre la redistribución
económico-social y el reconocimiento étnico-social es más pronunciada y donde
dispone de menos puentes para superarlo. De ahí mis dos siguientes
perplejidades.
¿Qué es la transición? Uno de los
principales problemas que enfrentarán hoy las izquierdas en trabajo de parto es
la cuestión de la transición. Empezamos a saber que queremos una sociedad
anticapitalista, anticolonialista, antipatriarcal, ecologista, feminista,
plurinacional, radicalmente democrática, autodeterminada. Sabemos que se trata
de un cambio de paradigma de civilización. ¿Cómo luchamos por él? En primer
lugar, debemos saber que la lucha es inminentemente política. Las banderas
aparentemente apolíticas de las ONG no tienen otra finalidad que desarmar el
movimiento popular. Es por eso que están fuertemente financiadas por los países
del Norte Global. Entiendo que muchos de ustedes, frustrados con la política
formal, prefieren canalizar su activismo fuera del sistema político de
partidos. Pero en la medida en que lo consideren importante, es bueno saber lo
que está en juego. Incluso siendo la lucha concebida como política, no es fácil
organizarla. Sabemos que no podemos confiar en las instituciones, pero tampoco
podemos vivir sin ellas. Tendremos que luchar con un pie en las instituciones y
el otro fuera. Tendremos que luchar dentro del Estado, contra el Estado y fuera
del Estado con diferentes formas de organizar las luchas, algunas de las cuales
ni siquiera se han intentado todavía.
¿Y con qué aliados? No es creíble
que podamos encontrarlos entre las fuerzas de derecha. La derecha, cuando
vuelve al poder, lo hace con más revanchismo que nunca. Véanse los casos de
Bolsonaro en Brasil, de Macri en Argentina o de la golpista Áñez en Bolivia.
¿Es prudente arriesgar lo mismo con Lasso en Ecuador? Por supuesto, todo será
más fácil si Arauz se manifiesta claramente en sintonía con la transición y no
con el regreso al pasado. Como jóvenes que sois, tenéis en vuestras manos el
futuro del país. Hay tres áreas en las que debéis prestar especial atención: la
transición para salir del extractivismo, la educación intercultural y el
cogobierno con la CONAIE para dar seguimiento concreto a la plurinacionalidad
consagrada en la Constitución de 2008. Las dos primeras áreas constan en el
programa de Arauz, pero tanto ellas como la tercera dependen de vuestra presión
política organizada, que debe continuar (y no terminar) con las elecciones. Lo
más importante es aprender de los errores del pasado.
¿Se acabó el imperialismo? En el
reciente debate ecuatoriano, una de las ausencias más ruidosas ha sido el
factor de la intervención extranjera. Algunos de los participantes en el debate
están tan dominados por el odio y el resentimiento hacia Correa que ven su fantasma
por todas partes y consideran que su injerencia es siempre avasalladora. ¿Será
que así no ven o esconden otro fantasma mucho más presente? Sabemos que el
imperio ha cambiado muchas tácticas (por ejemplo, de las dictaduras militares a
la lawfare), pero no alteró su estrategia. Sabemos que la Guerra Fría entre
Estados Unidos y China está adquiriendo proporciones muy preocupantes. Estados
Unidos es un imperio en declive y, como otros en el pasado, se vuelve aún más
agresivo en la búsqueda de zonas de seguridad extraterritoriales. Para Estados
Unidos, sin gran influencia en África y sin confiar mucho en Europa y todavía
menos en Asia, América Latina es la única región del mundo que consideran que
les pertenece incondicionalmente. El precio que pagan los países por
desobedecer es enorme, aunque sean muy problemáticos desde el punto de vista de
las nuevas izquierdas, como, por ejemplo, Cuba, Venezuela o Nicaragua. Arauz
ofrece muchas menos garantías de alineamiento antichino que Lasso o Pérez.
¿Estará ahí la benevolencia con la que Estados Unidos y la OEA miran a los
candidatos anticorreístas? A la luz de la experiencia reciente (por no
mencionar la menos reciente), ¿pueden los ecuatorianos arriesgarse a un nuevo
alineamiento incondicional con Estados Unidos? Estoy seguro de que conocéis
bien lo que está pasando en Brasil y lo que iba aconteciendo en Bolivia.
Querida amiga, querido amigo:
Mis perplejidades no terminan
aquí, pero son suficientes para intentar justificar por qué no intervengo más
asertivamente en el debate que estáis teniendo en Ecuador. Mi deseo es que
seáis vosotros, los ecuatorianos y sobre todo los más jóvenes, quienes decidáis
las cuestiones que están abiertas, para las cuales, además, no hay soluciones
inequívocas a la vista. Lo importante es que lo hagáis con una reflexión
profunda sobre los conflictos que atraviesan vuestro país y sin injerencia
externa, ya sea de intelectuales-activistas internacionalistas bien
intencionados, como yo, pero que, como yo, están siempre sujetos a cometer errores;
y también sin la injerencia de países extranjeros, ya sean Estados Unidos,
países europeos, países de América Latina o China. Una cosa es cierta: lo que
decidáis tendrá consecuencias importantes, positivas o negativas, para el
futuro del resto del mundo, que se ve afectado por estas polarizaciones. No se
está impunemente en el centro del mundo.