Reportaje a Valter Pomar (Dirección nacional del
PT)
Toer - Federico Montero
-¿Cuáles
son los desafíos que asoman luego de 10 años de gobierno del PT en Brasil?
- En perspectiva histórica lo que hicimos con
relativo éxito en estos diez años de gobierno puede ser resumido a una sola
idea, que es sacar el neoliberalismo de la escena nacional. Pero sucede que en
la historia de Brasil, el neoliberalismo es una excepción. La regla de la
historia nacional es de un desarrollismo conservador, que se asemeja al
neoliberalismo en el hecho de que mantiene una sociedad con tasas muy altas de
desigualdad y de dependencia externa, tasas muy bajas de democracia, pero no
tiene nada que ver con el neoliberalismo respecto al rol del estado y el peso
de la industria en el proyecto nacional. Entre los años ’30 y los años ‘50
pasamos de ser una nación agro-exportadora a una potencia industrial, a una
velocidad superior a la de otros países en la misma época e incluso superior a
lo que sucede hoy, porque tuvimos tasas de crecimiento de diez puntos en
algunos años. Entonces, hoy estamos desplazando al neoliberalismo, aún no lo
hemos hecho pero lo estamos haciendo. Esto llevará a que la sociedad brasileña
regrese a su situación normal, que es la de una pelea entre dos vías de
desarrollo: la vía del desarrollismo conservador y la vía del desarrollismo
progresista, apoyado por los setores democrático-populares. Y en la historia
brasileña siempre el desarrollo conservador fue predominante, porque significa
un desarrollo que mantiene las estructuras sociales heredadas del período
anterior. Cuando ganamos la elección presidencial de 2002, lo que estaba en el
imaginario del país es que una vez superado el neoliberalismo se podría pasar a
una etapa desarrollista progresista. Lo que estamos viendo en estos diez años
es que en realidad hay un juego cruzado de alianzas: en algunas cuestiones
nosotros nos aliamos con el desarrollismo conservador contra el neoliberalismo,
pero en otras el neoliberalismo se alía con los sectores desarrollistas
conservadores contra nosotros. Vemos que cuanto más éxito tenemos en desplazar
al neoliberalismo, más el país amenaza con regresar a la hegemonía del
desarrollismo conservador. Y eso no ocurre por casualidad. El camino que
adoptamos para sacar al neoliberalismo del país trajo como efecto colateral un
debilitamiento de nuestra visión estratégica, programática, organizativa. Esto
es el dilema, el lío en que estamos. Nuestro desafío es cómo pasar a la segunda
etapa del proceso.
- ¿Cómo se
procesa este debate al interior del PT?
–
La situación interna del PT es muy difícil de
explicar, porque hay distintos componentes entrecruzados. Hay un componente más
ideológico. Dentro del PT conviven, con mayor o menor belicosidad, una corriente
claramente social-liberal que tiene como su principal expresión pública a
Antonio Palocci que fue Ministro de Hacienda en el primer gobierno de Lula; una
corriente nacional desarrollista – Dilma es su expresión más clara- que tiene
una influencia tremenda; una corriente social-demócrata clásica que entiende
que Brasil puede tener un Welfare-State
tropical; y hay una corriente socialista clásica que defiende la sustitución
del capitalismo por otro modo de producción. Otro aspecto de la interna del PT,
es un aspecto generacional. Tenemos la generación que creó el PT, que luchó
bajo la dictadura, que luchó contra la transición conservadora de los ochenta,
la generación que luchó contra el neoliberalismo en los noventa, y hay una
nueva generación que conoce el PT en el gobierno. Son tres experiencias
generacionales muy distintas y por motivos obvios la tercera generación es
mayoría. El PT tenía algo como 300.000 afiliados durante los ‘90 y hoy tenemos
1.800.000. O sea, hubo un crecimiento tremendo de afiliaciones que provienen
del período del PT gobierno, no del PT oposición a la dictadura o de la
transición, no del PT oposición al neoliberalismo. Esta masa de afiliados tiene
una cultura política muy limitada desde el punto de vista de su experiencia
personal, característica que es acentuada por el hecho de que en este período
el partido debilitó mucho su labor educacional interna y también en este
período el debate programático en el país tuvo un empobrecimiento. Hay que
agregar un tercer componente sociológico, también muy fuerte, que es que hubo
un cambio en la base social del PT. Nosotros teníamos un partido proletario, en
el sentido amplio de la palabra, en los ochenta; y hoy tenemos un partido
popular, en el sentido más fuerte de la palabra. Hay una nueva clase
trabajadora -que muchos dentro del PT y muchos afuera denominan erróneamente de
clase media, pero no lo es- que está en movimiento pero tiene poca experiencia
de lucha tradicional como clase, tiene poca conciencia de clase para sí, pero
es crecientemente mayoritaria. Y por último hay un cuarto componente, más
organizativo, que es que el PT en su comienzo era un partido claramente de
militancia, después evolucionó para un partido de afiliados y hoy es un partido
de electores. Gran parte de sus 1.800.000 afiliados, no son afiliados en el
sentido clásico de la palabra, sino que son lo mismo que un elector. Entonces,
estos varios elementos que mencioné -las distintas corrientes ideológicas, el
problema generacional, el sociológico y la estructura organizativa-
contribuyeron a que el debate político dentro del PT se haya debilitado mucho
en los últimos años. La mayoría de los cuadros que el partido tiene en puestos
de mando en todo el país no están involucrados de manera orgánica en un proceso
de debate estratégico, participan poco de la dinámica normal del partido y no se
plantean los temas de reformas estructurales. Pero en los cuadros principales
sí hay una percepción creciente de que nosotros hasta acá llegamos con la
estrategia que teníamos, el partido que tenemos, los movimientos sociales que
tenemos, la coyuntura que tenemos, y que para seguir adelante hay que construir
otra cosa de calidad distinta en términos organizativos, políticos y
estratégicos. Sobre este punto no hay una respuesta única, hay un abanico de
respuestas distintas.
- ¿Qué
lecciones implicaría el derrotero de la social-democracia europea para la
discusión sobre ese horizonte estratégico al que hacías mención,?
-
La experiencia socialdemócrata europea fue durante muchos años un paradigma
para los sectores socialdemócratas del PT. Pero lo que pasó, ya en los años
noventa y después, es que se debilitó mucho este modelo por dos razones.
Primero, porque la “socialdemocracia fuerte”, el estado de bienestar social,
fue un efecto pasajero de una situación de equilibrio mundial, entre el campo
socialista y el campo capitalista. Una vez que uno cae el otro se va. Y en
segundo lugar, “la socialdemocracia flaca” que se consolidó a partir de los ’80
en algunos países de Europa y en los ‘90 en casi todas partes, es una
social-democracia que tiene muy poco de “social” y de “democracia”. Entonces,
la social-democracia como tal perdió fuerza como paradigma en los debates
ideológicos dentro del PT, pero esto no significó en estas circunstancias un fortalecimiento
de los sectores socialistas sino una deriva de importantes sectores socialistas
y socialdemócratas hacia el nacional desarrollismo. Con el socialismo
debilitado y la social-democracia empantanada, creció mucho en la gramática de
la izquierda en Brasil durante la última parte del siglo XX, el nacional
desarrollismo.
- A la
hora de la profundización, además de la discusión ideológica pesa también la
correlación de fuerzas…
- Sí, y en esto estamos muy retrasados y muy
complicados. Porque el problema fundamental en este terreno es que para hacer
estos cambios más profundos hay que tener una fuerza política muy significativa
que nosotros todavía no tenemos. La izquierda en Brasil, la suma de todos los
sectores, sean oficialistas u oposición al gobierno, pasamos poco del 30% de
los votos en las elecciones. La fuerza social organizada tampoco es
predominante, la mayoría de los trabajadores brasileños no está organizada en
sindicatos o movimientos barriales. La mayoría de la juventud tampoco está
organizada. Los medios de comunicación siguen tan monopolizados como antes de
que llegáramos al gobierno. El aparato de estado no evidenció ninguna
transformación efectiva, en el sentido radical, en este período. Las iglesias
en los ’70 y ’80 tenían una predominancia
progresista; hoy es al revés, tienen una orientación conservadora y aún las que
apoyan al gobierno son prisioneras de la teología de la prosperidad. Por otra
parte, las capas sociales que mejoraron su capacidad de consumo en estos diez
años, no relacionan esto con nuestra presencia en el gobierno. Entonces, si tú
reúnes todos estos elementos puedes tener la certeza de que la situación en el
ámbito político es muy complicada. Puedo resumirlo así: una vez que el
neoliberalismo va siendo desplazado de escena, los partidos que
tradicionalmente lo defendieron y lo defienden, también pierden terreno, pero
lo que pasa es que una parte de la coalición del gobierno nacional empieza a
enfrentarse con el PT.
-¿Cómo
juega la oposición de derecha en ese esquema?
- El plan de la oposición y también de los
sectores conservadores que son parte de nuestro gobierno, es hacer una
concertación entre ellos en la primera o en la segunda vuelta presidencial de
2014. Esto nos coloca en la obligación de que en los próximos dos años libremos
una batalla política muy intensa por la hegemonía en la sociedad a favor de un
cambio más profundo. Te doy un ejemplo: los grandes indicadores sociales del
país están mejorando, pero vuelven a los niveles que tenían en los años ochenta
y ahí van a parar. Pero ahí estaban cuando nosotros creamos el PT. Para que el
cambio sea más profundo falta lo que defendíamos en los ochenta, cambios
estructurales y no solamente sacar al neoliberalismo de escena. Curiosamente algunos
sectores conservadores están haciendo mención, demagógicamente, al hecho de que
despues de dez anos de gobierno petista, seguimos un país desigual. Nuestro
desafío es impedir que ellos consoliden esa demagogia y que seamos nosotros
mismos quienes presentemos una mirada de más largo plazo, combinada con nuestro fortalecimiento político. De lo
contrario, el peligro que veo hacia 2014 no es que seamos víctimas de una
derrota electoral sino de una derrota política en la que pasemos de sepultar al
neoliberalismo a revivir el desarrollismo conservador tradicional en el país.
-¿Cómo
influye el hostigamiento mediático al PT en esa situación?
-Hay una preocupación muy fuerte por la ofensiva
de la derecha contra nosotros. Esta ofensiva tiene como elemento principal este
tema de la corrupción con un elemento muy fuerte de demagogia en los ataques.
Aunque estamos muy tranquilos en que desde que llegamos al gobierno, lo que
aumentó es el combate a la corrupción y no la corrupción, es verdad que aumentó
el número de casos de corrupción -y es obvio que pasaría esto- involucrando
miembros de nuestro partido. ¡Es claro! Entonces esto ofrece a nuestros
enemigos un componente de veracidad -entre comillas- a los ataques que hacen
contra nosotros. Por otra parte, deberíamos haber adoptado una actitud más
proactiva de combate a la corrupción, en especial en su componente más
estructural, que es el financiamiento privado empresarial de las actividades
electorales, que es legal en el país -la burguesía lo hizo para sí no para
nosotros-, pero que introduce un componente de corrupción política, ideológica
y administrativa en toda la actividad política de Brasil. Nosotros como partido
minoritario, opositor, éramos los que más denunciábamos esto y hoy, además de
denunciar la hipocresía o demagogia de la derecha debemos también tomar medidas
proactivas, principalmente viabilizando la reforma política, sin la cual este
componente estructural de corrupción seguirá vigente. El fondo de la cuestión
es que nuestro partido, que es un partido de izquierda, que representa los
sectores populares, se acostumbró a hacer campañas electorales gracias a los
recursos que las empresas privadas aportan, todo dentro de la ley. Pero poco
importa desde el punto de vista político que sean o no legales, porque el
problema de fondo continúa. Un partido de trabajadores no puede depender
financieramente de recursos empresariales. Está claro que hay ahí una
deformación brutal que no es sostenible.
-¿En qué medida las operaciones mediáticas, al
concentrarse sobre el PT, debilitan su posición relativa tendiente a
profundizar el proceso de su aislamiento al interior de la alianza de gobierno?
-Nosotros tuvimos la primer gran crisis en 2005.
En aquel momento hubo una actitud, que yo creo absolutamente correcta, de hacer
un blindaje en defensa del gobierno. El partido asumió para sí el manejo de la
situación y la responsabilidad de los hechos, y esto no fue una puesta en
escena, un teatro, la verdad es que esa crisis tuvo que ver con un manejo
incorrecto de las finanzas partidarias. Esta actitud después se convirtió en
una especie de fórmula que se adoptó en estos casos: la idea es que el gobierno
no debe asumir para sí la defensa de los hechos que son de responsabilidad del
partido. No me parece que esto sea malo, en comparación con otros procesos
latinoamericanos nosotros acá tenemos una vida partidaria autónoma con relación
al gobierno. El problema entonces es otro. El partido en estos años perdió
mucho protagonismo social y la participación en los gobiernos y en los procesos
electorales se fue convirtiendo en su principal labor. Esto hizo que el partido
haya perdido potencia social, potencia política, quedando una lacuna que no es,
ni pode ser, ocupada por el gobierno. Volviendo a lo que mencioné
anteriormente, nosotros necesitamos hacer una reforma política pero no
conseguimos, desde 2003 hasta hoy, hacer que este debate gane a la sociedad. No
hay manera de hacerlo desde el gobierno ni desde el parlamento. Habría que
desencadenar un movimiento político social, que tenga al partido y a los partidos
de izquierda aliados como protagonistas. Pero la verdad es que el partido se
acostumbró demasiado a salir a las calles en los procesos electorales y centrar
el debate político sobre los temas que hacen al gobierno. Y el gobierno, por su
parte, se acostumbró a relegar al partido algunos temas que sí son de su
responsabilidad. Por ejemplo: no compete al gobierno presentar un proyecto de
reforma política, es un tema parlamentario y partidario, pero sí compete al
gobierno presentar un proyecto de reforma de la comunicación social en el país,
y en esto el gobierno actúa como si no fuera su tarea. Entonces, una cierta
división del trabajo que se fue dando hace que el gobierno y el partido no
cumplan con sus labores respectivas en algunos proyectos de mayor dimensión.
Este es uno de los debates en los que nosotros hemos insistido dentro del PT y
en consecuencia buscamos influenciar al gobierno. Por una parte debemos salir a
la calle, y por otra parte el gobierno debe tomar las riendas de algunos
procesos de cambio más estructurales que son su responsabilidad al vincularse
con la cosa pública en el sentido más amplio de la palabra y con la
institucionalidad.
-En
relación a esto último, habría que destacar que en América Latina, junto a la
oposición de los medios, el entramado institucional heredado del neoliberalismo
es un límite a los procesos de cambio allí donde no se produjeron reformas
constitucionales…
-Claro. Volvamos al caso del juicio contra los
dirigentes del PT. Para hacerlo, los tipos subvirtieron una serie de
procedimientos jurídicos tradicionales. Nosotros tenemos una broma aquí en
Brasil que dice “para los amigos todo, para los enemigos la ley”. Pero en este
caso para los enemigos ni la ley, ellos cambiaron aspectos importantes de la
aplicación de la ley para hacer el juicio. Porque, en verdad ¿de qué los están
los acusando? De hacer uso de la llamada “caixa dois”, el financiamiento
privado no declarado públicamente. Pero como dije antes, esto que se convirtió,
según la Suprema Corte del país, en el símbolo máximo de la corrupción, es la
regla del funcionamiento normal de todo el sistema político brasilero en los
últimos treinta años. Pusieron en marcha una maquinaria jurídica y no sé cómo
van a hacer para mantener una coherencia. Mi impresión en este y muchos otros
casos, es que se está creando una situación en que la institucionalidad que
tenemos ya no sirve para la derecha, porque la verdad ellos están siendo
derrotados hace tres elecciones presidenciales, pero tampoco sirve para
nosotros. Y tanto una como otra facción política del país no se proponen
solucionar el tema en un ámbito correcto, que sería una asamblea constituyente.
Esto significa una crisis crónica en la que la composición momentánea de las
relaciones de poder determina hacia dónde se va dentro de un armado
institucional que está cuestionado. Esto es un problema que tenemos en Brasil.
La solución adoptada por nosotros, que es parte de la tradición nacional, de
hacer cambios lentos seguros, graduales, minimalistas, no se adapta a una situación
internacional y nacional que exige cada vez más cambios un poco más
profundos y veloces.
-Parece
difícil combinar estabilidad y cambios…
- Mira, nosotros tenemos un paradigma mental
porque somos de izquierda en Latinoamérica, que es la Revolución Cubana. Pero
lo que estamos haciendo en los países que gobernamos, es un proceso que si
tiene algún parentesco es con la Unidad Popular en Chile, que en resumen se
proponía hacer un área de propiedad social y una transformación institucional a
través de una Asamblea Popular. En algunos países de Latinoamérica, el
neoliberalismo primero, y la crisis del neoliberalismo después, hicieron tierra
arrasada de la política institucional. Se trata de los casos de Bolivia,
Ecuador y Venezuela. No pasó así en Brasil, en Uruguay, en Paraguay, Perú,
Argentina - el caso de Argentina es curioso porque sufrió en algunos aspectos
una crisis de gran profundidad pero el esqueleto del sistema político se
preservó. En estos países, el problema es que la necesitad de un cambio, de la
reforma estatal profunda sigue vigente. Porque no es posible hacer cambios
estructurales, realmente profundos, sin otra institucionalidad. Volviendo a
Brasil, el problema para nosotros es cómo crear las condiciones políticas “a
frío” para hacer una revisión constitucional allí donde la crisis institucional
no se produjo de forma espontánea con la caída del neoliberalismo. Pero si la
cosa no es hecha por nuestra iniciativa, el peligro que podemos sufrir es que
la situación internacional por una parte produzca una regresión en lo que
hicimos en el terreno social y económico y a la vez desencadene una crisis
interna que ponga en cuestión nuestra permanencia en el gobierno. Entonces, el tiempo es
corto, la ventana es chica, se puede cerrar. Y el problema es que como nos
acostumbramos a una situación -entre comillas- más o menos normal, esta
urgencia no está clara para el común de la gente.
- ¿Cuál es
la gravitación que tiene el escenario regional en estas discusiones?
-Voy a contestar con el caso de Brasil.
Supuestamente la potencia económica de Brasil y su insularidad, podrían
llevarnos a concluir que poco importan lo que pasa más allá de sus fronteras.
Pero esto no es exactamente verdad. Desde el punto de vista político interno,
la influencia de lo regional no es tan importante, pero desde el punto de vista
económico sí lo es. La posibilidad de que tengamos un proceso de desarrollo
económico capaz de elevar sustancialmente
el nivel de vida de la población brasileña y de aprovechar la
potencialidad natural, ambiental, hidroeléctrica, energética que tenemos supone
un plan de desarrollo regional. Entonces, yo no creo que lo regional sea una
precondición significativamente influyente sobre la política brasilera, pero la
posibilidad de implementar otro proyecto de desarrollo no se materializará si
no estamos integrados, en especial a Venezuela y a Argentina. Para otros países
es distinto. Hay países para quienes la influencia regional tiene un impacto
político directo, es el caso de Uruguay, claro está. Pero lo fundamental es
siempre el nivel de conciencia, de organización y la hegemonía en cada país.
Conversando con compañeros de Paraguay o de Honduras, yo percibí en algunos la
idea de que el elemento fundamental para que el golpe tuviera éxito fue la
influencia externa. Yo no creo esto, la influencia fundamental fue la debilidad
o la fortaleza de los sectores sociales internos. Pero el nivel de desarrollo
económico necesario para proporcionar a nuestros pueblos estándares de vida
correspondientes a lo que se universalizó en Europa en los años ‘60 por
ejemplo, supone una escala continental, aún para un país como Brasil.
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