quinta-feira, 18 de maio de 2017

EL ESCENARIO INTERNACIONAL

Manual 4
EL ESCENARIO INTERNACIONAL
La experiencia de los gobiernos progresistas y de izquierda (Venezuela, Brasil, Argentina, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Cuba, entre otros) confirma que el éxito o el fracaso de un gobierno depende, al menos en parte, de lo que ocurre en la región y en el mundo.
Las principales características de la situación internacional son las siguientes:
a) El capitalismo es dominante: nunca antes en la historia los capitalistas y el capitalismo como modo de producción fueron tan hegemónicos como lo son hoy;
b) El capitalismo dominante está marcado por la dependencia al sistema financiero y la especulación: la cantidad de dinero que circula en los mercados financieros es muchas veces mayor que el producto interno bruto de todos los países del mundo juntos. Crece la contradicción entre los circuitos de producción material y los circuitos de valorización de capital. Después de 2008, los "bancos demasiado grandes para quebrar" se han vuelto aún más grandes, producto de la inexorable tendencia a la concentración y centralización del capital;
c) El capitalismo está en crisis: en 2008 hubo un colapso general que recuerda al ocurrido en 1929. Las medidas adoptadas por los Estados Unidos (EEUU) y la Unión Europea en 2008, protegieron la especulación financiera y las transnacionales. Como resultado, las tasas de crecimiento continuaron muy bajas y el desempleo sigue siendo muy elevado;
d) La principal potencia capitalista lucha contra el declive de su hegemonía: a pesar de que sigue siendo la principal potencia militar y a la vez sea responsable de la emisión de la moneda de mayor tránsito internacional, los EEUU perdieron peso económico, viven una crisis social y política de grandes proporciones y, además de eso, su hegemonía es refutada por otros países;
e) Crecen las contradicciones entre los diferentes Estados capitalistas: al contrario del mundo unilateral pretendido por los EEUU después del fin de la URSS, el mundo actual es cada vez más multipolar, en particular los BRICS. A diferencia del periodo 1945-1991, en el que los conflictos internacionales estaban fuertemente atravesados ​​por la lucha entre el capitalismo y el socialismo, hoy el conflicto dominante se da entre diferentes tipos de capitalismo;
f) Las instituciones mundiales creadas en 1945 están en crisis: la ONU, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio están perdiendo terreno ante un sinnúmero de acuerdos, tratados y medidas unilaterales que recuerdan en cierta medida la confusión que ocurrió antes de la Primera Guerra Mundial y en el intervalo entre esta y la Segunda Guerra Mundial;
g) La clase obrera sigue estando en una defensiva estratégica: desde principios de los años 1980, aumentaron las tasas de explotación, cayó la remuneración, hubo un deterioro en las condiciones de trabajo y una pérdida de los derechos sociales, reducción de las libertades democráticas, debilitamiento de los sindicatos y partidos, y fortalecimiento del individualismo. Este proceso se acentuó más a partir de 1991, después del fin de la URSS.
El capitalismo
Como actualmente el mundo es más capitalista que nunca, es fundamental entender lo que está sucediendo hoy con este modo de producción, especialmente en los EEUU y Europa.
Cuanto más se eleva la productividad del trabajo, mientras mayor es la extracción de la plusvalía relativa, más el capitalismo se enreda en sus variadas tendencias estructurales:
a) Reducción de la tasa promedio de beneficios;
b) La concentración, centralización y exportación de capitales, tanto en la forma financiera como en la forma de transferencia de plantas industriales, promoviendo la creciente globalización del capitalismo;
c) Reducción de la participación del trabajo vivo en el proceso productivo;
d) Creciente desempleo estructural y empobrecimiento de las masas trabajadoras de las sociedades capitalistas, tanto desarrolladas como periféricas, sometidas al capitalismo central;
e) Acentuación de la naturaleza de clase del Estado;
f) Incompatibilidad creciente entre capitalismo, bienestar, democracia y soberanía nacional.
Estas tendencias fueron incitadas a partir de 2008, con las crisis financieras y económicas globales que acontecieron en los EEUU, Europa y Japón.
Este conjunto de procesos llevó a la acumulación, en pequeños extractos de la población, de la mayor parte de las riquezas reales y ficticias producidas por las empresas capitalistas. En otras palabras, la burguesía mundial es cada vez más rica y cada vez menos numerosa.
Al mismo tiempo, aquel conjunto de procesos hizo que se encogiera la capacidad social de consumo, al ser creadas masas cada vez mayores de trabajadores desheredados y/o mal pagados.
En los EEUU, Europa y Japón, el tema del desempleo, inclusive de trabajadores cualificados hasta entonces considerados como parte de una supuesta "clase media" –, se convirtió en uno de los aspectos principales de la crisis, en contraste con la riqueza acumulada por entre el 1% y el 2% de la población.
Frente a esta situación que recuerda lo que ocurrió a principios del siglo XX, algunos creen que la solución podría venir de la adopción de políticas semejantes a las que fueron implementadas, en los años 1930, durante el New Deal de Roosevelt.
En otras palabras, algunos creen que la solución estructural a la crisis actual podría resultar de la ampliación de las inversiones públicas, lo que daría lugar a la mejora de las condiciones sociales de los millones de desempleados y "excluidos", produciendo un efecto "impulsor" en la economía y la generación de empleos, contribuyendo así a superar la crisis.
Es evidente que estamos a favor de aumentar las inversiones públicas, pero esto no es suficiente para hacer frente a la crisis actual. De hecho, cabe recordar que en los EEUU de los años 1930:
a) Para incrementar las inversiones públicas, fue necesario hacer frente a la oposición de los capitalistas, que hicieron todo lo posible para evitar que las acciones del Estado tuviesen un efecto real positivo en el fomento de la producción y del empleo;
b) Solo la participación en la Segunda Guerra Mundial sacó de la crisis a la economía capitalista de los EEUU que comenzó en 1929.
Este hecho deja claro la naturaleza destructiva del capitalismo: la guerra – ya sea la producción de armas, la destrucción de las riquezas hasta entonces acumuladas, la reconstrucción posterior, las Guerras Mundiales, la Guerra Fría o las guerras calientes ocurridas después de 1945 - desempeñó un papel fundamental en la creación de las condiciones para el ciclo de crecimiento económico capitalista que se extendió entre 1945 y 1970.
El complejo industrial-militar - absolutamente irracional desde el punto de vista de los intereses de la sociedad en conjunto - es extremadamente "eficiente" para los fines de la acumulación de capitales.
Pero la industria bélica también experimenta – en una escala aún más rápida - las mismas transformaciones científicas y tecnológicas del conjunto de la "industria productiva". De hecho, la industria bélica es una de las que más redujo el uso de fuerza de trabajo en su proceso de producción.
Es decir, es una de las industrias que más tiende a elevar la productividad del trabajo y la extracción de plusvalía relativa. Y, por lo tanto, es una de las industrias que tiende a descartar el trabajo vivo en niveles muy acelerados, empeorando el desempleo.
¿Por qué razones el capitalismo, incluso cuando está en crisis, no adopta “natural” y “espontáneamente" políticas de empleo e ingreso, que podrían dar lugar a la ampliación del consumo y la producción?
La respuesta es simple: un gran capital, especialmente aquel situado en las altas esferas financieras, prefiere producir plusvalía sin pasar por el proceso de producción material.
Dicho de otra manera, prefiere acumular capital sin "desperdiciar" nada con salarios directos e indirectos.
Este hecho deja claro el carácter antisocial del capitalismo: se resisten lo más que pueden a hacer "inversiones públicas", especialmente aquellas orientadas a resolver los "problemas sociales", porque implican una cierta redistribución de la plusvalía.
El capitalismo actual recuerda a la violencia brutal de la acumulación primitiva de su infancia.
Es el caso de las patentes, licencias y propiedad intelectual que recuerdan a los monopolios contra los cuales se levantó la burguesía naciente.
Pasa por  una división internacional de trabajo del tipo colonial y por una destrucción implacable de la naturaleza, que rememoran lo ocurrido en países donde se establecieron los latifundios esclavistas.
Todo esto combinándose con las formas más extremas de la extracción de plusvalía relativa, con nuevas tecnologías como la nanotecnología y la biotecnología.
Además de eso, los complejos industrial-militares de los EEUU y de Europa Occidental continúan siendo desarrollados como pilares estratégicos.
Esto no solo para la defensa de sus territorios y sociedades, sino principalmente para la subordinación de otros territorios y sociedades.
Los EEUU y Europa Occidental necesitan recursos minerales y energéticos de otros países, al igual que mercados y áreas de contención o de ataque.
No es casual que los EEUU hayan instalado más de 1.000 bases militares en todo el mundo, y hace mucho interfieren militarmente en todo lugar donde sus intereses estén, real o imaginariamente en peligro.
Las guerras de Reagan en los años 1980, se difundieron a través de América Central, África y Oriente Medio.
Las guerras de Bush, en los años 2000, afectaron aún más los ya perjudicados Afganistán e Irak, devastando grandes regiones.
Las Guerras de Clinton causaron una gran destrucción en el sur de Europa (antigua Yugoslavia).
Las guerras de Obama, realizadas mediante drones, y las de los británicos y franceses, con el uso de bombarderos, en África del Norte y en Oriente Medio, destruyeron gran parte de Libia y de Siria, y son responsables por las provocaciones contra Rusia, lo que originó conflictos en Ucrania, así como el evidente “muro” de contención a China, en el arco que va desde Japón a las Islas Spratley.
Y desde antes de tomar posesión, Trump comenzó una escalada verbal con China.
Los EEUU han sido el principal agente de generación y difusión del llamado terrorismo en todo el mundo. Ellos financiaron y armaron a Al-Qaeda. Después, financiaron y armaron a los otros grupos del mismo tipo para, hipotéticamente, debilitar a Al-Qaeda, y/o para derrocar a los gobiernos que no les agradaban, por ejemplo, el de Siria.
El resultado más dramático de esa intervención imperial en los asuntos internos de otros países, especialmente en Medio Oriente, fue el surgimiento del Estado Islámico y la propagación de grupos terroristas islámicos en todo el norte de África, por varios países de Asia y dentro de los mismos EEUU y países europeos.
Muchos de ellos están apoyados, financiera y militarmente, por los gobiernos aliados de EEUU, como Arabia Saudita, Qatar, Emiratos Árabes y Turquía.
Los EEUU, tras el fracaso de la guerra de Vietnam y de los desastres de su intervención directa en Irak y Afganistán, se esfuerzan por hacer que "sus guerras" sean manejadas por control remoto y luchadas por otros, incluso mercenarios, conforme fue hecho por Obama.
Uno de los resultados de esto es la ola de refugiados, oriundos principalmente de África, Oriente Medio y Asia, la multiplicación de grupos terroristas, al igual que el fortalecimiento de las corrientes políticas similares al fascismo y el nazismo tanto en Europa como en los EEUU.
Los populistas de derecha
Estamos viviendo un momento internacional que tiene similitudes preocupantes con algunas situaciones que dieron origen a la Primera y a la Segunda Guerra Mundial.
Una de estas similitudes tiene que ver con los efectos políticos del liberalismo (en aquella época) y los efectos políticos del neoliberalismo (actualmente).
A principios de siglo, Europa y los EEUU vivían bajo la hegemonía del liberalismo. Las crisis económicas, sociales y políticas desembocaron en la Guerra Mundial. Uno de los despliegues fue la Revolución Rusa de 1917. En los demás países de Europa, ya sea para superar la crisis o para hacer frente a la amenaza de una revolución social, los partidos crecientes del gran capital y de la derecha tradicional se fueron sumando a las teorías del fascismo en Italia, del Franquismo en España y del nazismo en Alemania. Los errores políticos de la socialdemocracia y del movimiento comunista contribuyeron a que grandes sectores de la clase obrera y la pequeña burguesía fuesen cooptados por el populismo de derecha.
El populismo de derecha no era liberal: por el contrario, hizo crecer el papel del Estado, de la planificación y del proteccionismo nacionalista. Pero el populismo de derecha también era expansionista, imperialista, racista, antidemocrático, anti socialista y anticomunista. El resultado de todo esto fue la Segunda Guerra Mundial.
Hay similitudes entre este proceso, ocurrido en la primera mitad del siglo pasado, y lo que está sucediendo hoy: Donald Trump en los EEUU, Marine Le Penn en Francia, las fuerzas fascistas y neonazis en Ucrania, Grecia y en varios países del Este de Europa, los partidos ultraconservadores cuya fuerza electoral crece en todos los países de Europa occidental, incluidos los países nórdicos conocidos por su estado de bienestar social.
Tanto el neoliberalismo como el populismo de derecha manejan, de diferentes formas, al empeoramiento de la inestabilidad, de las crisis y de las guerras.
En 2008, la crisis económica tuvo su epicentro en Estados Unidos. Hoy en día, la crisis política global también tiene su epicentro allí. Las medidas tomadas por el gobierno de Trump empujan al mundo hacia un conflicto mayor.
Defender la paz
Solo las fuerzas de izquierda, populares y democráticas son capaces de detener la contraofensiva reaccionaria que empuja al mundo a crisis cada vez mayores y nos amenaza con guerras cada vez más destructivas.
Nunca el mundo fue tan capitalista como lo es hoy. Y es exactamente por esto que el mundo nunca fue tan desigual, conservador y violento. Por esta razón, es necesario volver a poner en el debate una alternativa global al sistema dominante en el mundo, es necesario luchar por cambios efectivos en el modo de producir y distribuir las riquezas en nuestra sociedad, en la forma en que las personas se relacionan entre sí y con la naturaleza.
La crisis que enfrenta el capitalismo desde el año 2008 se puede abordar de dos maneras fundamentalmente diferentes:
a) Bajando aún más el nivel de vida de los trabajadores, provocando catástrofes sociales y ambientales, empujando al mundo a una guerra;
b) Transformando las riquezas acumuladas en manos del capital oligopólico y financiero en inversión pública, en expansión del bienestar y recuperación del medio ambiente, desmontando los arsenales militares.
Las fuerzas que causan la crisis y que se benefician de ella son las mismas que dominan el poder político, económico, militar e ideológico en los EEUU.
Es por esto que las acciones prácticas del gobierno de los EEUU aumentan la crisis, como fue en el período de Bush-Obama, cuando se estimuló la globalización. Y es así hoy, donde parece predominar el proteccionismo.
Los EEUU no tienen la unidad y/o la capacidad de construir una alternativa a la crisis que vivimos. Sin embargo, todavía tiene los medios para tratar de bloquear o retrasar el cambio, o al menos matar y morir en el intento de evitar el surgimiento de un nuevo mundo.
Los EEUU solo superaron la crisis de 1930 gracias a la Segunda Guerra Mundial. Y cuando la Segunda Guerra Mundial terminó, el complejo industrial-militar siguió invirtiendo en nuevas guerras y en la carrera armamentista. La política de la era Bush padre-Clinton-Bush hijo-Obama no fue, por lo tanto, algo inesperado o sorprendente.
La dinámica de la crisis mundial es más poderosa y tiende a empujar a los EEUU hacia la guerra. Quien puede evitar este final, en primer lugar, es el pueblo de los EEUU.
El movimiento sindical, la intelectualidad de izquierda, los sectores democráticos del país están convocados a actuar de forma autónoma frente a los dos principales partidos del Capital, el Republicano y el Demócrata.
Quien puede impedir la guerra y construir otro orden mundial es, en segundo lugar, la clase obrera y los pueblos de otras regiones del mundo. En particular, el pueblo de América Latina y el Caribe que ya dio, sigue dando y todavía puede dar una gran contribución.
La situación en América Latina y el Caribe
América Latina y el Caribe fueron víctimas, entre 1960 y 1990, de gobiernos dictatoriales y neoliberales, que profundizaron las peores características de la historia de cada uno de los países de la región: la dependencia externa, la falta de democracia y la desigualdad social.
A partir de 1998, se inició un ciclo de gobiernos progresistas y de izquierda que apuntaban en la dirección opuesta: la ampliación del bienestar y la igualdad social, la ampliación de las libertades democráticas, la soberanía nacional e integración regional.
La crisis de 2008 y sus efectos, la acción del gobierno de los EEUU y de la oposición de derecha, los errores y las limitaciones de las experiencias "progresistas y de izquierda", abrieron una fase de contraofensiva reaccionaria.
Donde la derecha volvió al gobierno, observándose no solo un retroceso social, sino también un retroceso económico y político, así como un giro en la política exterior, que vuelve a estar supeditada a los intereses de los EEUU.
La elección nicaragüense demostró que no es inevitable la derrota de los gobiernos progresistas y de izquierda. No obstante, la difícil situación en Venezuela y la derrota sufrida en Brasil y en Argentina crearon un nuevo escenario estratégico.
La izquierda latinoamericana y caribeña está convocada a detener la ofensiva reaccionaria, recuperar los espacios perdidos, lograr nuevas victorias, crear las condiciones para que la UNASUR y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños vuelvan tener un papel importante en el ámbito internacional, a favor de la paz y de otro orden económico y político internacional.
Descubrir los caminos para realizar esto requerirá un balance detallado de cómo llegamos hasta aquí, del cual se pueda extraer una directriz de cómo seguir hacia delante en una situación nueva, diferente de la que existía entre 1998 y 2016.
Elementos de un balance
A partir de la crisis internacional de 2008, el deterioro de los precios de los productos básicos, la dependencia financiera y comercial, la fuerza de oligopolios – espacialmente extranjeros y la debilidad del Estado volvieron cada vez más difícil la situación de varios gobiernos progresistas y de izquierda.
Ocurrió un empeoramiento de los problemas que ya se venían acumulando, tales como: la "fatiga de materiales", los límites de la estrategia adoptada, la timidez en las políticas de integración regional, las políticas macroeconómicas que mantuvieron el predominio del sector agroexportador y el peso del sector financiero, entre otros.
La crisis internacional confirmó que la dependencia externa sigue siendo un problema fundamental por superar, a través de la integración regional, la industrialización, del fortalecimiento del Estado y de la soberanía nacional, en todos sus aspectos, de alimentar a la defensa, pasando por la comunicación.
La crisis y la contraofensiva reaccionaria alcanzaron al grupo de países gobernados por fuerzas progresistas y de izquierda.
Ya sea donde había gobiernos más combativos, o donde había gobiernos más moderados, se produjo un deterioro de las condiciones políticas, económicas y sociales que afectó el apoyo de la clase obrera a los gobiernos progresistas y de izquierda, llevando a la derrota electoral en Argentina, dando lugar al proceso de impedimento en Brasil y permitiendo una mayoría parlamentaria de derecha en Venezuela.
Cada país de América Latina y el Caribe tienen su propia historia, irreductible y única.
Sin embargo, los episodios ocurridos desde 2008 en países como Honduras, Paraguay, Argentina, Venezuela y Brasil, confirman una vez más que nuestras diferencias coexisten con enormes semejanzas, entre las cuales están:
a) Nuestras clases dominantes prefieren subordinarse a Washington que construir experiencias democráticas y progresistas de desarrollo soberano;
b) Nuestras clases dominantes y sus representantes políticos y mediáticos tienen una relación meramente oportunista con la democracia;
c) Nuestras clases dominantes prefieren ganar dinero por medio de la desigualdad y la dependencia de las metrópolis, que a través de la integración regional y de la ampliación del consumo.
Por esta razón, las clases dominantes de América Latina y el Caribe atacan duramente tanto a los gobiernos moderados como a los radicales.
Lo que importa y desagrada a las clases dominantes es que, moderados o radicales, son gobiernos de izquierda, es decir, gobiernos comprometidos con los intereses de la clase obrera y de las mayorías populares.
Mejorar la vida del pueblo a través de la acción de gobiernos
En los años 1990, la mayoría de los partidos y organizaciones de la izquierda de América Latina y el Caribe adoptaron una estrategia que consistía en buscar mejorar la vida del pueblo a través de políticas públicas que serían implementadas a partir de espacios legislativos y ejecutivos designados a través de procesos electorales.
Esta estrategia era profundamente diferente a la estrategia adoptada por los que dirigían la revolución cubana de 1959.
En el caso cubano tuvimos la conquista del poder (y no del gobierno), por la lucha armada (no por la vía electoral), a partir de la cual se introdujeron no solo nuevas políticas públicas, sino también transformaciones en el patrón de desarrollo vigente hasta entonces en Cuba, cambios que incluyeron desde la reforma agraria hasta a la transición socialista.
A pesar de la oposición de la mayor parte de la clase dominante y de sus representantes políticos, los gobiernos progresistas y de izquierda entre 1998 y 2016 obtuvieron éxito, mayor o menor en cada caso, en lo que respecta a mejorar la vida del pueblo, ampliar las libertades democráticas, afirmar la soberanía nacional y ampliar la integración regional.
Sin embargo, a partir de un determinado momento, que varió de país a país, pero que en todos los casos sucedió después de la crisis internacional de 2008, los gobiernos progresistas y de izquierda pasaron a enfrentar crecientes dificultades, que resultaron en la pérdida de apoyo popular y el crecimiento de la oposición de derecha.
Esta utilizó de todo un poco: oposición política y mediática, sabotaje burocrático y económico, acciones diplomáticas abiertas o encubiertas, movilización de masas y acciones subversivas clandestinas.
Fue un proceso semejante al ocurrido en Chile entre 1970 y 1973, contra el presidente Salvador Allende y el gobierno de la unidad popular, predominó en la clase dominante de los países latinoamericanos y caribeños la política de enfrentamiento en contra de los gobiernos progresistas y de izquierda.  
La izquierda latinoamericana y caribeña que llegó al gobierno entre 1998 y 2016 tiene mucho que aprender de la experiencia de la llamada “vía chilena para el socialismo”
Inclusive con el hecho de que todos somos víctimas de una campaña anticomunista, que alcanza incluso a partidos que nunca vincularon su acción gubernamental al objetivo de llegar al socialismo.
Frente a una nueva situación estratégica, la izquierda de la región está convocada a producir una nueva estrategia.
No es la primera vez que la izquierda regional es convocada a producir una nueva estrategia.
Lo mismo ocurrió al inicio de los años 1990, cuando enfrentábamos los efectos combinados de la ofensiva neoliberal y de la crisis del socialismo de tipo soviético.
En aquel momento, el Foro de São Paulo fue un espacio muy importante para el diálogo y la elaboración de nuevas estrategias.
Tanto ayer como hoy, uno de los componentes de esta estrategia continuará siendo la integración de América Latina y del Caribe, variable fundamental para el éxito de la estrategia que la izquierda vaya a adoptar en cada país de la región.
En caso de que la protección comercial prometida por Trump se materialice, habrá aún más motivos para una estrategia de integración regional entre nuestros pueblos, gobiernos, movimientos y partidos.
Directrices para la acción internacional.
Debemos ser internacionalistas, por razones programáticas y estratégicas.
Programáticamente porque defendemos un mundo socialista.
Estratégicamente porque las victorias de la clase obrera y de la izquierda contribuyen unas con otras.
Debemos mantener relaciones con los partidos, organizaciones y militantes de diferentes orientaciones políticas e ideológicas.
Debemos mantener diferentes niveles de cooperación con los que compartirán las premisas de respeto a la autodeterminación de los pueblos, las libertades democráticas y al bienestar social.
En el diálogo con las fuerzas de izquierda, nacionalistas, populares, socialistas y comunistas, el mínimo denominador es la integración regional, el desarrollo soberano, la ampliación del bienestar social y de las libertades democráticas de nuestros pueblos.
La experiencia del siglo XX mostró las dificultades del “socialismo en un solo país”. La experiencia del siglo XXI mostró las dificultades del “progresismo en un solo país”.
La alternativa está en construir un fuerte movimiento internacional, anclado en las clases trabajadores y en los sectores populares, que consiga no solo resistir, sino también conquistar gobiernos que actuando en común sean capaces de reorientar la economía y la política mundial.
Capitalismo significa inestabilidad, crisis y guerras.
En los EEUU y Europa, las clases dominantes y sus partidos se comprometieron con políticas neoliberales y/o capitularon en contra del populismo reaccionario.
La guerra, de forma regional o mundial, es un riesgo cada vez mayor.
Frente a la barbarie capitalista, reafirmamos la elección por una sociedad sin explotación ni opresión, el socialismo.
Los principales rasgos del socialismo por el cual luchamos son:
a) La más profunda democracia.
Esto significa democracia social; pluralidad ideológica, cultural y religiosa; igualdad de género, igualdad racial, libertad de orientación sexual e identidad de género.
La igualdad entre hombres y mujeres, el fin del racismo y la libertad de expresión sexual más amplia serán rasgos distintivos y estructurales de la nueva sociedad.
El pluralismo y la auto-organización, más que permitidos, deberán ser incentivados en todos los niveles de la vida social.
Debemos ampliar las libertades democráticas duramente conquistadas por los trabajadores en la sociedad capitalista.
Libertad de opinión, de manifestación, de organización civil y político-partidaria y la creación de nuevos mecanismos institucionales que combinen democracia representativa y democracia directa. Instrumentos de democracia directa, garantizando la participación de las masas en los distintos niveles de dirección del proceso político y de la gestión económica, deberán conjugarse con los instrumentos de la democracia representativa y con los mecanismos ágiles de consulta popular, libre de coacción del capital y dotada de verdadera capacidad de expresión de los intereses colectivos.
b) Un compromiso internacionalista
Somos todos seres humanos, habitantes de un mismo planeta, casa común a la que tenemos derecho y que todos debemos cuidar.
Apoyamos la autodeterminación de los pueblos y valorizamos la acción internacionalista, en el combate de todas las formas de explotación y opresión.
La soberanía de los estados nacionales debe ser respetada y deben cooperar para eliminar la desigualdad económica y social, así como todos los motivos que llevan a la guerra y a los demás conflictos políticos y sociales.
Los organismos multilaterales creados después de la Segunda Guerra Mundial debieron ser reformados y/o substituidos, capaces de servir como superestructura política de un mundo basado en la cooperación, la igualdad, el desarrollo y la paz.
c) Una planificación democrática y ambientalmente orientada.
Queremos una economía puesta al servicio, no de la concentración de riquezas, sino de la atención a las necesidades presentes y futuras del conjunto de la humanidad. Para lo cual será necesario retirar la planificación económica de las manos de aquellos que la tienen hoy: de la anarquía del mercado capitalista, así como de una minoría de tecnócratas estatales y de grandes empresarios, al servicio de la acumulación del capital y, por eso mismo, dominados por la inmediatez, el consumismo y el sacrificio de nuestros recursos sociales y naturales.
d) La propiedad pública de los grandes medios de producción.
Las riquezas de la humanidad son una creación colectiva, histórica y social de toda la humanidad. El socialismo que anhelamos solo existirá con una democracia económica efectiva. Deberá organizarse, por lo tanto, a partir de la propiedad social de los medios de producción.
La propiedad social no debe ser confundida con la propiedad estatal. Puede asumir las formas (individual, cooperativa, estatal etc.) que la propia sociedad, democráticamente, decida.
Pretendemos una democracia económica que supere tanto la lógica del mercado capitalista, como la planificación autocrática estatal vigente en muchas economías denominadas socialistas.
Queremos prioridades y metas productivas que correspondan a la voluntad social, y no a supuestos intereses estratégicos de quien comanda el Estado.
Queremos conjugar el incremento de la productividad y la satisfacción de las necesidades materiales con una nueva organización de trabajo, capaz de superar la alineación característica del capitalismo.
Queremos una democracia que sea eficaz tanto para la gestión de cada unidad productiva, como para el sistema en conjunto, por medio de una planificación estratégica bajo el control social.
Otro mundo es posible. Y necesario
Hablar de socialismo parece algo contradictorio con la afirmación de que vivimos en un momento en que la izquierda mundial está en la defensiva estratégica.
Sucede que una situación de defensa no dura para siempre
Una situación de defensa puede convertirse en una situación de equilibrio (relativo, como cualquier equilibrio) y este puede convertirse en una situación de ofensiva estratégica.
Lo que permite a la defensiva convertirse en ofensiva es el cambio de estado de ánimo de la clase trabajadora. Y este cambio ocurre en parte como reacción a la acción de los enemigos y en parte por la acción de las vanguardias.
La acción de las vanguardias debe ayudar a la clase trabajadora a cambiar su estado de ánimo. Para esto es importante ser didácticos, pacientes y correctos en el debate de ideas.
Las políticas hegemónicas en el ámbito mundial desde los años 1990 derivaron en una ampliación de la polarización social y política, inclusive en los países centrales.
Dieron como resultado, también, la profundización de las agresiones imperialistas contra la soberanía nacional de los países más frágiles económicamente.
Y generaron, finalmente, reacciones y alternativas de varios tipos. Entre las alternativas, debemos citar:
a) Los BRICS,  especialmente China, Rusia y (durante los gobiernos de Lula y Dilma) también Brasil.
b) Los llamados gobiernos progresistas y de izquierda en América Latina.
c) Las luchas políticas y sociales impulsadas por las fuerzas de izquierda que actúan en Europa, África, Asia y los EEUU.
Las políticas neoliberales e imperialistas encabezadas por los EEUU también generan reacciones históricamente reaccionarias.
Este es el caso del fundamentalismo terrorista, que constituye una respuesta al terrorismo de Estado practicado por los Estados y sus aliados mayores y menores, entre los cuales están Israel y Arabia Saudita.
Otra consecuencia del neoliberalismo fue el surgimiento del populismo de derecha.
Tanto el neoliberalismo como el populismo de derecha conducen, por diferentes caminos, al empeoramiento de la inestabilidad, de las crisis y las guerras.
El “proteccionismo” y el “globalismo” de gran potencia son diferentes formas que el imperialismo puede asumir y ambas ya condujeron al mundo, a lo largo del siglo pasado y este, a innumerables guerras.

Hoy, como ya sucedió en el pasado, la conservación de la paz y la democracia, las perspectivas del desarrollo, e incluso la supervivencia de la humanidad, dependerán fundamentalmente de la clase trabajadora, de los sectores populares, de las fuerzas progresistas, democráticas y de izquierda. Luchar por el socialismo, más que nunca, es luchar por el futuro de la humanidad.

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