Reproduzo abaixo texto que acabo de receber (14h48 de quinta-feira 15 de julho), enviado por nosso camarada Roberto Regalado.
A la Revolución Cubana
hay que defenderla
sin condicionamiento ni vacilación alguna
Roberto Regalado
A la
Revolución cubana hay que defenderla sin vacilación o condicionamiento alguno. Nadie
dude, ni un solo instante, en apoyarla con toda energía y sin el más mínimo
reparo. Esto es válido, tanto para las amigas y los amigos de otros países que
siempre han sido solidarios con ella a sabiendas de que las condiciones y las características
de sus propias luchas, correlaciones de fuerzas y/o concepciones programáticas
son diferentes a las de Cuba, como para las cubanas y los cubanos que desean
espacios de diálogo, debate, concertación y construcción de consensos sobre de
dónde viene, dónde está y hacia dónde va nuestro socialismo.
Amplia repercusión tienen y seguirán teniendo las
denuncias del macro ataque cibernético contra Cuba, realizado desde los Estados
Unidos y con fondos de los contribuyentes de esa nación, a partir del 15 de
junio de 2021, catalizador de los inusuales brotes de protestas violentas en
diversas partes del territorio nacional, ocurridos el domingo 11 de julio y los
días subsiguientes. Este es un «granito
de arena» que la administración de Joe Biden «le pone» o «le deja poner» al
endurecimiento sin precedentes de las agresiones contra todo el pueblo cubano que
heredó del gobierno de Donald Trump.
Como tantas
veces lo ha hecho a lo largo de más de 61 años, en las últimas semanas el imperialismo
norteamericano hizo «una punción» en la sociedad cubana, para medir si su genocida política de agresión, amenaza, aislamiento
político y bloqueo económico y comercial, había producido el
«descontento
suficiente» para asestarle un golpe de muerte a su sistema socialista, al estilo de las
llamadas revoluciones de colores que hace más de tres décadas y media
estallaron en Europa oriental. Esta vez la «punción» encontró más «descontento utilizable» del que yo calculaba, pero
la correlación social y política de fuerzas sigue siendo mayoritaria y decisivamente
favorable a la Revolución.
No hay espacio
ni lugar para duda o confusión alguna. A la Revolución cubana hay que apoyarla
con toda firmeza. Lo digo en forma explícita: ni las corrientes con remotos
orígenes populares convertidas en funcionales a la democracia burguesa, como la
socialdemocracia, escapan hoy del largo brazo de la concentración extrema de la
propiedad, la producción y el poder político. Ninguna escapa de ser parte
orgánica de la democracia neoliberal del capitalismo real, mucho menos en
aquellas naciones donde se produjo el «efecto de rebote» de la restauración capitalista derivada
del derrumbe del bloque euroasiático de la segunda posguerra mundial.
Aunque no hay relación ni
comparación posible entre las «revoluciones de colores» y la historia pasada y
presente de la Revolución Cubana, cabe recordar que, según el célebre historiador
Eric Hobsbawm,
cuando los gobernantes europeos orientales dejaron sus cargos:
Fueron
reemplazados [...] por
los hombres y ([...] muy
pocas) mujeres que antes habían representado la disidencia o la oposición y que
habían organizado (o, tal vez mejor, que habían logrado convocar) las
manifestaciones de masas que dieron la señal para la pacífica abdicación de los
antiguos regímenes. [...] Se
habló mucho de «sociedad civil», es decir, del conjunto de organizaciones
voluntarias de los ciudadanos o de las actividades privadas que tomaban el
lugar de los estados autoritarios, así como del retorno a los principios
revolucionarios antes de que los distorsionara el bolchevismo. Por desgracia,
como en 1848, el momento de la libertad y la verdad duró poco. La política y
los puestos desde los que se dirigían las cuestiones de estado volvieron a
manos de quienes normalmente desempeñan esas funciones. Los «frentes» o
«movimientos cívicos» se desmoronaron tan rápidamente como habían surgido.[1]
Y a ese párrafo, Hobsbawm le insertó una
nota a pie de página que añadía:
El
autor recuerda una de esas discusiones en una conferencia en Washington durante
1991, en que el embajador español hizo bajar de las nubes al recordar a los
jóvenes (en aquel tiempo casi todos comunistas liberales) estudiantes y ex
estudiantes que sentían poco más o menos lo mismo tras la muerte del general
Franco en 1975. En su opinión, la «sociedad civil» solo significaba que los
jóvenes ideólogos que por un momento se encontraban hablando en nombre de todo
el pueblo se sentían tentados a considerar aquello como una situación permanente.[2]
Refundar el socialismo cubano es el único medio de preservar la soberanía
nacional y crear condiciones para la emancipación plena y el desarrollo
económico y social del país. Esta refundación tiene que basarse en el pensamiento
antiimperialista, latinoamericanista, ético e incluyente de José Martí, y en la
concepción de teoría de la revolución
social de fundamento marxista y leninista, que no solo se nutre de los
aportes fundacionales de los clásicos, sino de toda la amplitud, diversidad,
complejidad, riqueza y debate acumulados en la interminable marcha del viejo topo de la historia, con sus
experiencias positivas y negativas pasadas y presentes. Eso presupone acabar de
practicarle el exorcismo al marxismo‑leninismo soviético, aún resiliente en
Cuba pese haber transcurrido más de tres décadas y media del estallido de la
crisis terminal del socialismo real en Europa oriental, y tres décadas exactas
de la disolución y desmembramiento de la propia Unión Soviética. Imprescindible
es darles el lugar que les corresponde a todas las ideas emancipadoras y
socialistas que labraron la historia de Cuba: a las de Julio Antonio Mella,
Antonio Guiteras, José Antonio Echevarría, Raúl Roa García y muchos otros
luchadores y luchadoras de extraordinarios méritos.
La situación por la que atraviesa
Cuba es, ante todo, resultado de la desestabilización
de espectro completo,[3] que a
partir de la elección de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela, en
diciembre de 1998, azota a todos los gobiernos y todas las fuerzas políticas de
izquierda y progresistas de América Latina, sin distinción alguna entre los
objetivos, programas y políticas de cada uno de ellos. Esta estrategia no está
solo destinada a derrocar o derrotar a la Revolución cubana y los gobiernos
latinoamericanos y caribeños que quieran transformar revolucionariamente sus
respectivas sociedades, sino también a los que, en forma moderada y gradual, se
proponen realizar reformas sin afectar los fundamentos capitalistas del sistema
político y social. El capitalismo realmente existente de nuestros días necesita
que en América Latina y el Caribe impere una «democracia» basada en lo que
Zemelman llamó la «alternancia dentro del proyecto»:[4]
una «alternancia» entre Bolsonaro y sus pares en Brasil, entre Macri y sus
pares en Argentina, entre Uribe, Duque y sus pares en Colombia, y así sucesivamente
en todos los países.
Tanto en Cuba
como en el resto de la región, la efectividad de la desestabilización de
espectro completo es directamente proporcional a la cantidad y la gravedad de
los errores, las deficiencias y las debilidades de cada gobierno, movimiento
popular y fuerza política que dicha estrategia logra detectar y utilizar en
contra de ellos, y esa efectividad se multiplica mientras más proyectos y
procesos transformadores o reformadores logra derrocar, derrotar o colocar en
situaciones extremas. Para los gobiernos,
los movimientos populares y las fuerzas políticas de izquierda y progresistas de
América Latina y el Caribe, defender a Cuba es defenderse ellos mismos, mientras
que para Cuba defender a esos gobiernos, movimientos y fuerzas políticas es
defenderse a sí misma.
Solo así se podrá crear, defender y mantener un espacio de intercambio
franco y respetuoso en el que Cuba socialice sus experiencias sobre la relación
entre gobierno y poder, y sobre la necesidad de que el poder sea resistente a
toda prueba, y las fuerzas populares
de América Latina y el Caribe socialicen con ella las suyas sobre cómo
convertir la diversidad social y política en fuerza social y política, cómo
construir colectivamente nuevos conocimientos y posicionamientos políticos, y
cómo conducir procesos participativos de concertación, construcción y
renovación de la unidad social y nacional.
A todas las compañeras y todos los compañeros que durante más de cuatro
décadas hemos luchado juntos, con posiciones unas veces concordantes y otras
discrepantes, pero siempre constructivas, respetuosas y amistosas, en el Foro
de Sao Paulo, en el Foro Social Mundial, en los Seminarios Internacionales «Los partidos y una nueva
sociedad», en la Asamblea de los Pueblos del Caribe y en otros espacios, redes
y campañas de movimientos populares y fuerzas políticas de izquierda y
progresistas, les pido pleno respaldo a la Revolución Cubana en este momento
definitorio.
Por su
historia, por su obra nacional y por su labor internacionalista, Cuba merece
ser apoyada y defendida. A ese mérito y ese derecho bien ganados, se le añade
la realidad contundente e incontrovertible que apoyar y defender al socialismo
cubano es la premisa esencial para poder refundarlo. ¿Cómo refundar un proyecto
emancipador al que se dejó morir cuando se le podía salvar? ¿Cómo refundar al
proyecto histórico de la Revolución de Octubre de 1917, después que la
marchitaron y la dejaron morir?
Estoy consciente
de que, además de invocar el mérito y el derecho bien ganados por la Revolución
cubana, que la hacen merecedora de apoyo, respaldo y solidaridad, también
invoco que la defensa del socialismo cubano es condición esencial hoy para su refundación
mañana, un proceso de diálogo, debate, concertación
y construcción de consensos
que aún no se ha abierto, que no se sabe si se abrirá, ni cómo, cuándo y sobre
qué base será, si es que algún día se produce, pero lo que sí se sabe es que,
si no defendemos al socialismo cubano hoy, nunca se despejarán esas incógnitas.
Los que, quizás
sí o quizás no, podrían ser los primeros pasos muy preliminares de ese proceso
se estaban dando cuando los hechos del domingo 11 de julio y días subsiguientes
nos obligaron a priorizar lo fundamental: la defensa de la Revolución. En mi
caso personal hacía semanas que venía escribiendo una serie titulada «El
“triángulo de las Bermudas” por el que navega Cuba», cuyo artículo final «se me
quedó en el tintero» y, día a día, hago el ejercicio de actualizarlo y
reactualizarlo a tono con el flujo de los acontecimientos, sin saber qué dirá
exactamente cuando vea la luz. En ese contexto fue positivo escuchar al
presidente de la República y primer secretario del PCC, Miguel Díaz Canel
Bermúdez, decir en el acto por al 60 aniversario del discurso de Fidel conocido
como «Palabras a los intelectuales», efectuado el 28 de junio de 2021: «Me honra
ratificarles hoy que “Dentro de la Revolución” sigue existiendo espacio para
todo y para todos, excepto para quienes pretenden destruir el proyecto
colectivo». Yo espero que pronto
podamos transitar por esa senda.
A todas y todos
los internacionalistas hermanos les pido su apoyo irrestricto a la nueva dirección
del Partido Comunista de Cuba y del Gobierno Revolucionario cubano. Es una
labor titánica ser continuidad de la generación fundacional que condujo la
edificación socialista a través del primer gran período histórico de la
Revolución Cubana. Es titánico asumir semejante responsabilidad, con avatares
añadidos como haber enfrentado, de inicio, un desastre de aviación, luego un
tornado en la Ciudad de La Habana, también los embates de huracanes, a todo lo
cual se sumaron el recrudecimiento sin precedentes del bloqueo decretado por
Donald Trump, el azote de la COVID 19 y, para colmo, la «punción» del
imperialismo norteamericano a la sociedad cubana, que registra un mayor «descontento
utilizable» para la desestabilización de espectro competo.
Con ese reconocimiento
concluyen estas páginas, escritas con la convicción de que
el
futuro de la Revolución cubana depende de la emancipación de América Latina y
el Caribe, tanto como la emancipación de América Latina y el Caribe depende del
futuro de la Revolución cubana.
[1]
Erick Hobsbawm: Historia del siglo xx,
Crítica, Barcelona, 2009, p. 486.
[2]
Ibíd.
[3] El término desestabilización de espectro
completo es una respetuosa paráfrasis de los conceptos guerra de
espectro completo y dominación de espectro completo formulados
por la luchadora social, profesora e investigadora Dr. Ana Esther Ceceña, que
abarcan una multiplicidad de elementos políticos, ideológicos, económicos y
sociales, incluida la amenaza y el uso de la fuerza y el uso de técnicas de
guerra sicológica, cuyo efecto es similar al de un terremoto que no se detiene
y al de un pulpo que golpea, a un mismo tiempo, con todas sus patas. Véase:
«Los golpes de espectro completo», en (https://www.alainet.org), 25‑5‑2014 (consultado 14‑7‑2021).
[4] Véase a Hugo Zemelman: «Enseñanzas del gobierno de la Unidad Popular en Chile», Gobiernos
de izquierda en América Latina: el desafío del cambio, Beatriz Stolowicz
(coordinadora), Plaza y Valdés Editores, México, 1999.
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